E. V.

«Ayer mismo puse una denuncia». Susana Gancedo, encargada de una tienda de bolsos y complementos de Doctor Casal, relata el último hurto cometido en su local. «Estaba colocando la mercancía y vi cómo una chica, agachada al lado de los paneles de exposición, enrollaba varios bolsos y los escondía en una mochila. Debía de creer que no me daba cuenta y cuando me acerqué para llamarle la atención me lo negó», explica Gancedo. Al final, la joven enseñó su mochila a la encargada, repleta de bolsos y carteras, y se los devolvió, pero antes de irse se llevó un puñado de collares con la mano y salió huyendo. Prosigue Gancedo: «Estoy acostumbrada a llamar a la Policía, que al estar al lado acude inmediatamente. Sin embargo, es muy difícil atraparlos porque salen corriendo y controlan los tiempos. Pero a la chica de ayer, por ejemplo, la cogieron en la tienda de ropa de enfrente». Según esta comerciante, las apariencias engañan, y no todo el mundo de aspecto desarrapado o dudoso va a cometer un delito: «He pillado con las manos en la masa a señoras con abrigos de visón y recién salidas de la peluquería». A la hora de hacer el inventario los números hablan por sí mismos: esta tienda de complementos tiene pérdidas a diario. Para Gancedo, «es imposible controlar los hurtos, porque de más de la mitad no nos damos cuenta. De todas formas, esta tienda es muy jugosa al tener la mercancia prácticamente en la calle, sin escaparate. Muchos ladrones sólo tienen que estirar la mano y se llevan su botín. Necesitamos cámaras de seguridad».