Elena VÉLEZ

La ovetense Ana Jesús Gayol San Marful tiene 51 años, y hace medio siglo, cuando era un bebé de 12 meses, fue la primera paciente en ser atendida en el entonces recién inaugurado Hospital General, en el Cristo. El 2 de marzo de 1961 la portada de LA NUEVA ESPAÑA mostraba la foto de una niña jugando sobre una camilla del Hospital. Cincuenta años después, Ana Jesús Gayol sostiene temblorosa la copia del aquel periódico y apenas se reconoce. «A los cuatro meses enfermé de poliomielitis y luego me trataron en el Hospital, pero, aunque estuve mucho tiempo, no guardo ningún recuerdo».

El servicio de rehabilitación fue la primera asistencia que se puso en marcha en el centro sanitario, con el equipo médico del doctor Basilio López al frente. Diez niños con problemas de movilidad ingresaron en la sección, y Ana Jesús, la más pequeña, recibió el primer tratamiento. Las secuelas de aquella poliomielitis han dejado en Gayol una ligera cojera: «Tengo reconocida una minusvalía del 55 por ciento, pero afortunadamente me valgo por mí misma y no utilizo silla de ruedas ni muleta».

La primera paciente del Hospital del Cristo relata su historia sentada en un banco a la puerta de su casa, una pensión de la Colonia Ceano, en el barrio de Teatinos, después de uno de sus paseos matutinos. Paradojas de la vida, vive muy cerca del nuevo Hospital Central.

«Mi madre, que falleció hace nueve años, había guardado el periódico de aquel día, pero las hojas amarillearon y se estropearon mucho, así que al final debió tirarlo. No lo veía desde que era pequeña y me hace mucha ilusión. En el fondo, siempre pensé que los medios de comunicación se interesarían por mí como la primera paciente», afirma Gayol.

La mujer vive desde hace dos años en una habitación compartida de alquiler. Explica que su vida no ha sido fácil: «Mi madre nos crió sola a mis tres hermanos y a mí. Yo nací y viví durante años en un colegio del Cristo, que hoy es la Escuela Oficial de Idiomas. Estudié en las Ursulinas y luego hice auxiliar de clínica, pero nunca ejercí porque tuve que cuidar de mi madre. Siempre he hecho trabajos esporádicos en el servicio doméstico y en empresas de limpieza».

El periódico de 1961 cita la difícil situación de la familia de Gayol: «Tiene un año, ha nacido en la Residencia y allí vive, lo mismo que los demás niños. Puede decirse, por tanto, que eran todos de la casa, puesto que tanto el Hospital como la Residencia pertenecen a la beneficencia provincial».

Separada y con un hijo de 25 años, Ana Jesús Gayol pasó buena parte de su vida en el domicilio familiar del barrio de Ventanielles, para luego buscar habitación en un hostal de la calle Bermúdez de Castro y, finalmente, mudarse a una pensión en el barrio de Teatinos. «Aquí me siento como en familia. Comparto habitación con una persona y el resto de inquilinos, unos veinte, me ayudan mucho», explica sin querer concretar la cantidad que paga por la habitación: «La dueña de la pensión, Dolores Álvarez, me quiere como a una hija y me está arreglando los papeles de la ayuda por minusvalía, porque desde que me separé mi vida ha sido un poco caótica».

Su casera y sus vecinos, que no sabían que tenían al lado a la primera paciente del Hospital, se arremolinan junto a la copia del periódico de hace cincuenta años para leer en voz alta: «La niña se mostraba despreocupada de cuanto la rodeaba y no se le notaba ninguna anormalidad. Su rehabilitación justificaría con creces todos los esfuerzos realizados para poner en funcionamiento el Hospital General de Asturias». El texto genera bromas y comentarios: «Mira a ver, que ahora vives al lado del nuevo Hospital y a lo mejor eres la primera paciente otra vez», le dice uno de sus amigos.

La primera paciente del ya viejo Hospital General de Asturias lleva los mismos apellidos que su madre. «No porque mi padre no quisiera darnos sus apellidos, sino porque eran primos». Hoy en día, de los tres hermanos mayores de Gayol, sólo uno vive en Oviedo. «Tengo un hermano en Ventanielles y dos hermanas en Castropol y en Zaragoza».