Es fácil aprender inglés con «Blues», incluso divertido. También el alfabeto, los números o las normas básicas de higiene, prácticamente cualquier cosa. «Blues» es un maestro excelente, con buen carácter, entretenido y con un pelaje brillante. A sus 18 meses aún le falta experiencia, pero este labrador ya tiene mucho que enseñar, incluso a convivir en el aula. Él fue el protagonista indiscutible de la clase de ayer en el curso «Abordaje interdisciplinar de la educación en la infancia», que desde la semana pasada imparte la Universidad de Oviedo y en el que se muestra a los futuros educadores formas singulares de extender el conocimiento entre los alumnos más pequeños.

Tachira Carmona es la encargada del adiestramiento de «Blues», que acata dócilmente sus órdenes. El perro recoge letras de goma, se desplaza entre alfombrillas de colores, juega con pelotas y todo ello para que los niños retengan en la memoria conceptos numéricos, palabras en inglés o para distender las relaciones en el aula. «En educación el animal es una herramienta de motivación», comenta Carmona, «la terapia es otra cosa».

En Zaragoza, donde tiene su sede Canem, la empresa dedicada al entrenamiento de perros de la que ha salido «Blues», estos animales ya se utilizan en algunas guarderías. En Asturias participan en programas de educación ambiental y en proyectos de carácter social, en colaboración con la asociación Aldeas Infantiles y, además de «Blues», cuentan con otros dos cachorros en formación y un perro que está colaborando en la terapia de una mujer sorda.

La psicóloga Carolina Duarte, que preside la asociación Entrecanes, explica que, más allá de las intervenciones meramente educativas, las terapias con perros son de utilidad en el tratamiento de personas con autismo, con parálisis cerebral, problemas psicomotores o de conducta. Eso sí, insiste, con un terapeuta o un pedagogo y un adiestrador de por medio. «Se han hecho muchos estudios en el ámbito de las terapias y, por ejemplo, está comprobado que la compañía de un perro baja la tensión arterial», afirma.

«No imaginábamos que con los perros se podían hacer tantas cosas», reconoce Julio Pérez -uno de los alumnos del curso, uno inusual porque, al igual que su compañero Samuel Fernández, no es estudiante de Pedagogía ni de Psicología, sino del último curso de Ingeniería Electrónica en busca de créditos de libre configuración-. José Luis González sí estudia Magisterio. «Me gustan los perros y me interesaba conocer técnicas distintas, en las que puedan usarse como apoyo y refuerzo de actividades», señala.

Ajeno a todo el interés que despierta, «Blues» observa atentamente a Tachira Carmona, con una pelota naranja en la mano. Ella la lanza, él la persigue y empieza una nueva lección.