Cuando llegó a Nueva York, Susana de Cangas quería ser Carrie Bradshaw, la protagonista de «Sexo en Nueva York». Cuando regresó a España, siete años más tarde, hubiera q uerido vestirla, que alguno de sus diseños salieran en la famosa serie de televisión. Porque Susana (Oviedo, 1978) se embarcó rumbo a América con sólo 18 años y una idea en su cabeza: hacer una licenciatura en Inglés y ser escritora y periodista.

La culpa la tuvieron sus abuelas y un lío administrativo. Ellas y el archivo de la época que todavía guardan pueden dar fe de que desde pequeña Susana se pasaba las horas pintando y diseñando. El jaleo sucedió de forma que Susana de Cangas, que conocía la ciudad de viajes de verano como jugadora de baloncesto, dejó atrás a sus amigos de España y llegó al village neoyorquino para estudiar en el Eugene Land College. No tenía que haber sido así, pero por alguna razón le dieron habitación en la Marlton House, antiguo hotel de la zona famoso por alojar a tipos como Kerouac en tiempos y en aquel momento destino de los que cursaban arte y diseño en la Parsons School of Design, pero no de los que eran los compañeros de Susana.

«Todo en la ciudad es excitante. Los primeros días se me hizo inmenso, interminable y tuve la suerte de hacer amigos en seguida en la residencia». Con ellos descubrió cada rincón del Village, la que sería su casa durante años, pero también se puso a ayudar en los trabajos de clase, un boceto por aquí, aquel diseño... Y tras un año de Periodismo acabó preparando las pruebas para ser también compañera de pupitre de sus compañeros de residencia e ingresar en la escuela de diseño con más nombre de Estados Unidos, de la que ha salido gente como Donna Karan o Anna Sui.

Aquello, asegura ahora, «fueron cuatro años inolvidables que repetiría ahora si pudiera, aunque para estar al día trabajaba duro, nunca me acostaba antes de las dos de la mañana haciendo trabajos de clase». La Parsons School la preparó bien, a nivel profesional, de forma que no vio grandes diferencias cuando empezó el período de prácticas, que en su caso la llevaron a trabajar para diseñadores como Marc Jacobs o Emanuel Ungaro. «Los momentos más intensos», hace memoria Susana de Cangas, «ocurrían siempre los días previos al desfile, con el estudio desbordado de gente, haciendo veinte pruebas al día, corriendo de un lado para otro, comprando los últimos materiales, a veces en jornadas de 18 horas al día pero con todo el equipo entregado y en pie al día siguiente para seguir trabajando».

Los años neoyorquinos le dieron, dice, una visión global de la industria y una necesidad de volver a casa. «Siete años en Nueva York, tan lejos de mi familia y amigos, y en una ciudad que verdaderamente consume toda tu energía, habían sido suficiente para mí». Susana estaba lista para empezar de nuevo en España, para aprender sobre la industria de la moda y para sacar su propia marca adelante.

No fueron tiempos fáciles. «Decidí emprender la aventura de tener una marca de moda, en el mercado del lujo, y viví en carne propia la pesadilla del empresario autónomo principiante, en un mundo muy pequeño, muy cerrado y poco industrializado como es el del diseñador de moda en España. Existen muy pocas marcas en España, por no decir casi ninguna, que puedan moverse y sobrevivir en el mercado del lujo o el lujo asequible, y muy poco apoyo a las empresas que empiezan». Susana de Cangas lo intentó durante cinco temporadas y decidió aparcar de momento su marca después de tres años.

Lo hizo también porque se le había presentado una nueva oportunidad. La marca Hoss Intropia quería ficharla. «Es una de esas pocas marcas españolas con verdadera ambición de evolucionar y expandirse internacionalmente, cuidando siempre al máximo el diseño y la filosofía de su producto y, por el momento, aquí he encontrado mi casa».

Su trabajo abarca ahora, como diseñadora de la colección Disenams, una línea que equilibra diseño e interés comercial, todas las etapas: viajes para investigar y cazar tendencias alrededor del mundo; exposiciones y ferias en busca de nuevas ideas, materiales interesantes; desarrollo con los proveedores, bocetos, pruebas...

El tiempo entre paréntesis en el que ha puesto el trabajo para su propia marca no retrasa las ganas de Susana de Cangas. Una diseñadora, explica, como trabajadora creativa, tiene un futuro impredecible. No es capaz de imaginarse dentro de cinco años en tal o cual situación. Lo que tiene claro es que su presencia actual en la casa Hoss Intropia es un momento vital y laboral muy bueno. Y quiere aprovecharlo al máximo. Su vida, casi como en la Gran Manzana que le enseñó a morder el mundo de la moda, es muy intensa. «Pero, como dijo Confucio», se despide, «encuentra un trabajo que te guste y no trabajarás ningún día de tu vida».