Elena FERNÁNDEZ-PELLO

El día era perfecto para el estreno del Museo Arqueológico de Asturias, con el sol irrumpiendo por los ventanales y magnificando los efectos de los paneles traslúcidos y las vidrieras. Si algo destacaron sus primeros visitantes, 95 a lo largo de todo el día, fue precisamente la luminosidad de los espacios, y lo que más valoraron fue el carácter didáctico con el que se han organizado y se exhiben las magníficas piezas de la colección. «Esto es lo mejor de la cultura asturiana en los últimos veinte años», opinó entusiasmado Alejandro Miyares, historiador del arte y etnógrafo, e incluso los que más reparos pusieron, como Alberto Álvarez Peña y Gausón Fernández, miembros ambos del Conceyu d'Estudios Etnográficos Belenos, admitieron que ha quedado «curiosín».

La entrada ya sorprende por su amplitud. El conserje entrega las entradas, gratuitas al menos hasta el 1 de julio, y un folleto que informa del contenido del museo planta por planta. Los más interesados ya estaban allí por la mañana. Ése era el caso de Alberto Álvarez Peña y Gausón Fernández, escrutando las vitrinas con espíritu crítico. «El edificio no nos gusta», comenta el primero. «Ye cagar sobre la figura de Luis Menéndez Pidal», apostilla su compañero. Ellos eran partidarios de mantener lo que había y levantar un edificio de nueva planta. «Se ha arrasado el concepto de museo decimonónico, que tiene un valor museístico en sí mismo», opina Álvarez Peña. A medida que ascendían por el interior del museo iban detectando deficiencias: piezas que no están o que aparecen con un escaso etiquetado. Alejandro Miyares, sin embargo, califica el resultado de la rehabilitación de «maravilloso». «El discurso lo marcan las piezas originales, con todos los períodos reflejados y los últimos avances de la arqueología asturiana». «La disposición es buena, y la combinación con el soporte didáctico, también», añade. No contaba con encontrarse con la pila bautismal de Villanueva o una estela romana de Collia, cedidas en depósito por el Arqueológico Nacional.

La de Gonzalo Alonso no es la mirada del profesional, sino la de un ciudadano sin especialización en estos asuntos. A sus 83 años habla de cuando el edificio era el hogar de la División Azul y remarca que «no ha quedado bien, ha quedado muy bien». Él, confiesa, tenía «mucha curiosidad por ver la recreación de la mujer neandertal y los enterramientos», en la primera planta.

Miguel Busto, recién licenciado en Historia, no recuerda el antiguo museo. Le gusta, pero también le encuentra pegas: «Al hacerlo tan didáctico se pierden detalles que interesan a los profesionales». Tampoco le parece equilibrado: «Se da mucha importancia a la romanización». Precisamente eso es lo que más agrada a otro visitante, Ángel Redondo. «Roma es lo que más me ha gustado», afirma. «Es un buen equipamiento, volveré», promete.

«Es lo mejor de la cultura asturiana en los últimos veinte años»

Alejandro Miyares Historiador del arte y etnógrafo

«Al hacerlo tan didáctico se pierden detalles que interesan a los profesionales»

<Miguel Busto >

Licenciado en Historia

«Tenía mucha curiosidad por ver la recreación de la mujer neandertal»

<Gonzalo Alonso >

Jubilado

«Me sorprende la rehabilitación que han hecho, antes era oscuro y tétrico»

<Alejandro Rodríguez >

Productor audiovisual

«Se ha arrasado el concepto del museo decimonónico de Menéndez Pidal»

<Alberto Álvarez Peña >

Etnógrafo, miembro de Belenos

«Conocí el anterior museo y no vi nunca la celda de Feijoo, la he descubierto ahora»

<Jorge Cecchini >

Escultor