Suelen interesarme más los tráileres que la película que van a proyectar. Algo parecido me sucede con la OSPA. El viernes, Melnikov, tras su largometraje, nos regaló una de las veinte «Visiones fugitivas» que Prokofiev escribió para piano, de estremecedora osadía, y el vehemente Rumon Gamba, también de propina, dirigió los últimos movimientos de Britten en «Guía de orquesta para jóvenes». Yo viviría de bises. Sé que deja en mal lugar a quien lo afirma, pero hay personas así, no sólo camareros y fotógrafos, que sobreviven de las propinas y los flashes. Gente que se arregla con un tráiler por semana, con un surtido de apotegmas de Cicerón, con los pinchos que en los bares sirven de papo, con promesas de políticos antes de las elecciones, con migajas de cariño arrancado de acá y de allá los viernes por la noche, sin quedarse al concierto entero.