La triste noticia nos la dio Joaquín Lorences, catedrático de Economía de la Universidad y vicepresidente de la Fundación Valdés Salas. Lolo había fallecido a mediodía del 27 del corriente. ¿Pero quién es capaz de imaginarse a Lolo muerto si era el paradigma de la vitalidad? ¿Cómo ese portento de la naturaleza, esa persona entrañable y cordial que fue Lolo, se nos pudo haber ido para siempre con sólo 61 años? No hay respuesta. Vayan al menos en su recuerdo las siguientes líneas, escritas cuando él estaba vivo y que hemos tenido que adaptar ahora, desde el estupor, a tiempos verbales acordes con la situación. Lo siento sin límite, querida Aurora, querida familia, queridos amigos de Lolo.

Muchas cosas se podrían escribir sobre Lolo, pero en este trance nos limitaremos a una faceta que amó de manera especial, precisamente la de cantor de la misa de gaita. Todavía pocas semanas atrás charlábamos animadamente sobre el asunto y el pasado verano le escuché cantarla en varias ocasiones. Porque Lolo fue, como señalamos en un trabajo en curso promovido por la Fundación Valdés Salas, la figura clave que supo llevar la misa de gaita de la zona de Salas desde los difíciles años setenta del siglo XX hasta el siglo XXI. Juan Manuel Menéndez González, mucho más conocido como «Lolo el de Cornellana», nació el 4 de marzo de 1950 y sintió la afición por la música desde muy temprana edad. Sus primeras vivencias en este terreno ni siquiera las recuerda, sino que se las contaron tiempo después. Es el caso, por ejemplo, de una cabalgata de Reyes en la que iba a cantar y con el susto de tanto preparativo le resultó imposible abrir la boca. O la foto, hoy perdida, en la que aparecía, de niño, sentado en las piernas del entonces gobernador civil de Asturias, Labadie Otermín, ante quien le llevaron a cantar en Casa Grana (Cornellana). O sea, que ya apuntaba maneras desde niño.

Dos vecinas afincadas en Madrid, pero que pasaban los veranos en Cornellana, le enseñaron diversas canciones, del mismo modo que con unas dominicas aprendió algunos villancicos. Empezó a sentirse bien en el ámbito eclesiástico, aunque tuvo una educación sin el rigorismo religioso tan propio de la época, acaso en parte porque su maestro, don Manuel Antonio Arias, sabía llevar con dignidad su desafección al régimen franquista, lo que no era poco en aquellos tiempos difíciles.

Lolo hace el Bachiller Superior en la Universidad Laboral de Alcalá de Henares, donde había un coro prácticamente vasco-asturiano. Cursa Magisterio en Oviedo, donde también existía una agrupación coral a fines de los sesenta. La música coral fue una de las grandes actividades y pasiones musicales de Lolo y su ejecutoria en este terreno es más que notable, como bien saben sus queridos amigos Manuel Ovín, Carlos Abeledo y tantos otros nombres de la música asturiana. Su vida laboral estuvo centrada en la Caja de Ahorros de Asturias, hoy Cajastur, cerrando su trayectoria bancaria en 2011 como subdirector de la sucursal de Uría (Oviedo).

Su afición por la misa de gaita (misa cantada en latín con acompañamiento de gaita, una maravilla de nuestro patrimonio) data de muy joven. Nos dijo Lolo: «a mí tocóme escuchala con el "Credo" y a mí siempre me llamaba la atención el "Et incarnatus". Y lo destacaban de la única manera en que se podía destacar en una misa de gaita, que era tapando el punteru de la gaita y quedaba el roncón na más. Era una cosa impresionante».

Su debut no pudo haber sido más imprevisto. Tras seguir a diversos cantores por el concejo y habiendo entablado amistad con el célebre don Ramón, sacerdote y cantante único de la misa de gaita, éste le mandó un día, en plena misa, que hiciese el primer verso tras el «Gloria in excelsis Deo», es decir, la primera intervención de los cantores. Por supuesto, Lolo no sabía nada de este plan ni había podido ensayar, pero el cura lo tranquilizó, como diciendo que allí estaba él por si había dificultades. Fue en 1970 y no hubo ningún problema.

De modo que Lolo llevaba cuarenta años cantando la misa de gaita, interpretándola cada año más de diez veces por término medio. Proyectaba su voz abaritonada con gusto exquisito y magnífica afinación, con el timbre inconfundible de quien también sabía cantar tonada perfectamente. Era, además, un archivo vivo y memorioso de la misa de gaita y de otros aspectos de la cultura tradicional asturiana.

El entusiasmo de Lolo era contagioso, de forma que supo convencer a algunos amigos para que aprendieran a cantar la misa de gaita. Últimamente solía cantarla con Pepe, también de Cornellana, dotado de una excelente voz de tenor muy apropiada para la conclusión de ciertas frases de la misa en la octava aguda, práctica propia de la tonada. Gaiteros como Paco Paribañes, Manolo Quirós, o los jóvenes Xaime y Bárbara Menéndez supieron de su arte en esta admirable liturgia popular que es la misa de gaita.

Lolo Cornellana fue, por dedicación, calidad y conocimiento de causa, el intérprete de referencia de las últimas décadas, el que ha sabido dar continuidad a una tradición que pasaba por dificultades, en parte debidas a las consecuencias del Concilio Vaticano II y en parte causadas por las propias transformaciones de la sociedad. Por eso, no sólo Cornellana, ni el concejo de Salas, sino también todos los amantes de la cultura popular asturiana han de estarle, en días tan tristes, eternamente agradecidos.