Chus NEIRA

La cara del policía es un poema. Más cuando el periodista le pregunta por una estimación del número de manifestantes: «No sé, pregúntaselo a uno de esos que van vestidos de payaso, que dicen que son la organización». La cara de la señora es otro poema. Se ha acercado al payaso, le ha preguntado qué es todo eso y después de escuchar que se trata de denunciar las alianzas entre los grandes partidos y los grandes empresarios, el fracaso del sistema electoral, le pregunta: «Pero tú, hijo, ¿eres gay?».

Nadie entendía nada porque la manifestación del 15-M que ayer llevó la protesta del movimiento Indignaos en Asturias a las calles del centro de Oviedo a la vez que en más de sesenta localidades de toda España no tenía cabeza, ni siglas, ni líderes. Leyeron el manifiesto Beatriz Fernández, una chica de 20 años que está estudiando Pedagogía, y Andrés Fernández, de 23, que ha terminado Medicina. Ninguno de los dos tiene más afiliación política que la de su actividad en protestas estudiantiles. Encabezaron la marcha con la pancarta «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros» un variopinto grupo de ciudadanos, jóvenes, adultos y de la tercera edad. Tras ellos, un nutrido grupo de unas dos mil personas -dos mil quinientas según la organización- entre las que se pudo ver a muchos músicos asturianos, algún candidato de listas de izquierda, republicanos, hackers, combatientes contra la «ley Sinde», «gente anonymous», familias con niños, malabaristas con perro, chavales con bicicleta y casi todos los que están vinculados a movimientos culturales alternativos de uno u otro tipo.

La convocatoria del 15-M bajo el lema «Toma la calle» y «Democracia real» se realizó a través de las redes sociales y estalló ayer no en cinco o seis frikis despistados, sino en un notable grupo de ciudadanos indignados ante los extremos a los que ha llegado el sistema. O como rezaba una pancarta: «Basta de mamoneos».

En el manifiesto se hizo un diagnóstico -«comenzamos a despertar del sueño de una falsa democracia»- y se propuso un inicio de solución -«una ciudadanía solidaria que ponga en marcha una acción paralela»-. A las críticas al «bipartidismo institucionalizado» o a «la falta de equidad de la ley electoral» los manifestantes sumaron la queja regional, acusaron a los políticos asturianos de «andar de romería en romería, tejiendo redes mafiosas, empobreciéndonos y chanchullando» y se pidió acabar «con la mayor cabaña de gochos y fartones» que haya habido nunca en la región.

Al grito de «el futuro está en nuestras manos» salieron de la Escandalera rumbo a la plaza de España, donde acabaron con charanga, fiesta y manifiesto.