Ch. NEIRA

El arquitecto Santiago Calatrava, junto a la constructora Fiaga, la encofradora Esdehor y su propio estudio valenciano, In Hoc, fue responsable del derrumbe del graderío de su Palacio de Congresos de Oviedo en la madrugada del 9 de agosto de 2006. Y en su caso, lo fue por una mala supervisión de la obra. Así lo afirma el juez Daniel Rodríguez Antúnez, magistrado de la sala número 2 de primera instancia de Oviedo, en la sentencia dictada ayer en la que condena solidariamente a los citados a pagar 3,51 millones más intereses a la aseguradora Allianz, la cantidad que en su día tuvo que abonar a la gestora Jovellanos XXI.

El magistrado no exime a la persona de Santiago Calatrava de responsabilidad al concluir que pese a haber subcontratado con su estudio y con terceras personas contratadas en Oviedo, él fue contratado por Jovellanos XXI «no sólo como proyectista del complejo Buenavista, sino también como director de obra». La sentencia deja fuera de las responsabilidades a Carlos Fernández García, arquitecto técnico también demandado que, sin embargo, «no ostentó ningún cargo de dirección técnica de la obra», puntualiza el juez.

Pero a Calatrava y a su estudio sí les condena no «por deficiencias en el proyecto», que descarta, y sí por «la inexistente labor de supervisión sobre el medio auxiliar» que debía sustentar el encofrado del graderío derruido. «No puede aceptarse», se extiende el juez, «que la dirección facultativa de una construcción de la envergadura del Palacio de Congresos Buenavista se limite a ejercer una supervisión y control meramente pasivos a la espera de que la constructora le remita documentación preliminar para revisarla en un despacho». Requería, sigue, una «intervención mucho más activa, con algún tipo de implicación a pie de obra durante los varios meses de realización del graderío, más exigible aun si cabe debido a que nunca se desarrolló un proyecto concreto de ejecución del Palacio de Congresos ni existió un libro de órdenes, lo que correlativamente debió compensarse con un mayor control e implicación profesional de la dirección facultativa sobre la correcta ejecución de los trabajos de la constructora».

El juez asegura también que en el caso concreto de la estructura del graderío era «una de las tareas más trascendentes e importantes debido a su dificultad», y eso exige «una supervisión activa de los trabajos principales y auxiliares necesarios». Sin embargo, concluye, no consta que Calatrava, ni su estudio, ni los técnicos contratados en Oviedo, es decir, la dirección facultativa, «en ningún momento controlasen ni verificasen si el encofrado y la cimbra se ajustaban» a las exigencias del proyecto y requerimientos técnicos.

Porque lo que sucedió en la madrugada del 9 de agosto de 2006, así lo asegura la sentencia, es que mientras se estaba practicando el vertido de hormigón sobre el encofrado del graderío del Palacio de Congresos se produjo un colapso y derrumbe de la estructura, debido a la insuficiencia del sistema de cimbra para sostener dicho encofrado. Los puntales no se encontraban adecuadamente arriostrados y no eran suficientes para soportar los esfuerzos que exigía el vertido del hormigón.

Eso es lo que lleva al juez a condenar a la constructora Fiaga, puesto que, como tal, tiene que asumir los medios auxiliares, y no tiene en cuenta que en el contrato con la encofradora Esdehor se contemplara la asunción del riesgo y ventura, pues allí no se reflejaban los trabajos que provocaron el derrumbe. A Esdehor también la condena por haber realizado mal los apoyos.

Contra esta sentencia cabe recurso y es previsible que la constructora Fiaga y el resto de condenados así lo hagan, según fuentes próximas al proceso.