Elena FERNÁNDEZ-PELLO

La presa del Machón ya no existe. La vieja reivindicación de los vecinos de Trubia, que reclamaban su demolición argumentando que acrecentaba el riesgo de inundaciones, se ha hecho realidad. Pronto hará un año de la última riada, a mediados del pasado mes de junio, y los vecinos aún se respingan recordando aquellos días. La capacidad de contención del Machón no dio para más, el agua se desbordó y anegó los bloques de viviendas del grupo Coronel Baeza, al pie del río. Más de ochenta familias tuvieron que ser evacuadas por los servicios de Protección Civil y las pérdidas materiales fueron cuantiosas.

María del Rosario Fernández es una de aquellas vecinas. Ayer al mediodía, mientras la grúa limpiaba de escombros el cauce del río, ella se felicitaba por la desaparición de la presa. «Logramos que la quitaran. Cada dos por tres, cuando llovía fuerte, el agua salía y lo inundaba todo», cuenta. Hace un año, con las lluvias que asolaron toda la cornisa cantábrica, en su bloque «se inundaron todos los sótanos y todavía no están secos». Ella, que lleva toda la vida en Trubia, no recuerda una riada con tanta fuerza y detalla, hora a hora, cómo transcurrió aquella jornada del 16 de junio: «Empezó a las ocho y media, yo salí a las nueve y después ya no pude entrar a casa, entré por la ventana de atrás, luego un policía me sacó a hombros y hasta las cuatro y media no pudimos volver».

Aquellos sucesos dejaron en evidencia a la Confederación Hidrográfica del Norte y al Ayuntamiento, responsables ambos en una u otra medida de la presa del Machón. El antiguo azud, en desuso desde hace muchos años, es de propiedad municipal, pero de su mantenimiento y gestión se encargaba la Confederación. Hace unos meses sus responsables sacaron a la luz un proyecto para habilitar una senda fluvial y antes ya habían anunciado unas obras de emergencia, con un coste aproximado de ochenta mil euros, que incluían la demolición parcial de la presa, el desmontaje de la compuerta y el refuerzo de los muros laterales. Exigían la colaboración del Ayuntamiento, un toma y daca entre instituciones que frustró anteriores iniciativas. Ahora la demolición de la presa trubieca se ha hecho realidad.

A la vera del río, donde los feriantes han acampado este fin de semana de las fiestas del Corpus, los trubiecos refieren que los trabajos se iniciaron semanas atrás, hace ya casi un mes. Y en el otro extremo del pueblo, al pie de la carretera, Marili y Maruchi Menéndez no tienen noticia de esas obras. «Aquí no hicieron nada de nada. Ni limpiaron la isla, y a un paisano por cortar unas ramas le pusieron una multa», se quejan las hermanas, al frente del popular restaurante Casa Puyo.

Sus paredes rezuman humedad un año después de la crecida del río, «y dice el presidente de la Confederación que si vuelve a llover vuelve a pasar lo mismo. ¡Vergüenza debería darle!», se escandaliza Marili Menéndez. «El día de Todos los Santos estuvo el agua al ras, a punto de entrar», añade. «Cada vez que llueve tengo miedo», admite.