Elena VÉLEZ

Ante la proyección ayer de una foto en el aula de grados de la Facultad de Química, un niño de once años levantó el brazo como un resorte: «Ése es el matrimonio Curie», dijo a toda prisa y esperando recibir la aprobación del profesor universitario Sergio Palacios. El chico estaba en lo cierto, y formaba parte de un grupo de 18 chavales de 5.º y 6.º de Primaria y Secundaria con un coeficiente intelectual superior a 130. Sus familias pertenecen a la Asociación de padres de alumnos de altas capacidades (APADAC) que, gracias a un convenio de colaboración con la Universidad de Oviedo, ofrece talleres en varias facultades «como Biología, Informática o Musicología para estimular su aprendizaje».

La conferencia «Energía nuclear: la buena, la fea y la mala», a cargo del profesor de Química Palacios, consiguió mantener la atención de los niños que, según la vicepresidenta de APADAC, María Jesús Vega, «suelen ser muy inquietos pero también muy participativos». Tras apenas un cuarto de hora de conferencia, los niños formularon una decena de preguntas, como qué tipo de radiación emiten los átomos que componen la energía nuclear o si el elemento químico radio está relacionado con la radioactividad.

Para la catedrática de Ingeniería Química y antigua conferenciante de APADAC, Susana Luque, «estos chavales son un público muy exigente al que no se le pasa ni un detalle y hace todas las preguntas imaginables e inimaginables que ni siquiera hacen los alumnos de la facultad».

El fenómeno de la fosforescencia despertó todo tipo de comentarios que, en algunos momentos, completaban la explicación de Palacios. Un chaval de doce años aseguró ante sus compañeros y la mirada atónita del profesor que los objetos fosforescentes deben primero absorber la luz para poder emitirla después: «Lo digo porque he observado este fenómeno con relojes y juguetes de este tipo en mi habitación, y me parece muy curioso».

La segunda charla, «Química por los aires: de los voladores a la NASA», a cargo de los profesores Susana Luque, José Ramón Álvarez y Julio Bueno, tuvo un carácter eminentemente práctico para «explicar las aplicaciones de las reacciones químicas en la vida real». Los niños fabricaron cuatro cohetes caseros a base de papel, cartón y una combinación de agua con pastillas de bicarbonato efervescentes que «al mezclarse generan CO2 y hace que el artilugio salte e incluso se eleve un par de metros», explicó Luque.

La demostración tuvo lugar en los jardines del exterior de la Facultad de Química y, por precaución, se repartieron entre todos los chavales lotes de gafas de seguridad.

Las dos conferencias se enmarcan dentro de las actividades que APADAC ofrece a lo largo del año a las más de 300 familias asociadas de toda Asturias, Cantabria y León.

La agrupación se constituyó en 1994 sin ánimo de lucro con el objetivo de apoyar y promover aquellas iniciativas orientadas a cubrir las necesidades de los niños y jóvenes de altas capacidades. Durante 17 años, APADAC ha fomentado el contacto entre padres con hijos de elevado coeficiente intelectual, además de firmar diferentes convenios con la Administración, centros educativos, equipos de orientación y profesorado.

Según Vega, la vicepresidenta de la asociación, «para nosotros es muy importante concienciar a la opinión pública sobre la problemática de los chicos de altas capacidades y su entorno».