Autor del libro «Los vigilantes silenciosos. Las construcciones de la Guerra Civil en Asturias»

David ORIHUELA

La Guerra Civil dejó en la memoria muchos rastros y restos, pero también a pie de tierra, en ciudades, aldeas, valles y montañas de Asturias. Restos de piedra y hormigón que en su día fueron escenarios de la batalla, en los que murió gente y en los que se defendieron y atacaron unos y otros. Son trincheras, nidos de ametralladoras, y otros elementos. Ésa es la memoria que ha recogido Manuel Antonio Huerta Nuño en su libro «Los vigilantes silenciosos. Las construcciones de la Guerra Civil en Asturias», un trabajo a resultas de un encargo de la Consejería de Cultura del Principado que ahora ha visto la luz editado por La Cruz de Grado, y que se presentó ayer en la semana cultural de Trubia.

-¿Qué le lleva a buscar las construcciones de la Guerra Civil en Asturias?

-El trabajo surgió de un encargo del Ayuntamiento de Las Regueras, que en 2006 nos pidieron que buscásemos los restos en su concejo. A la Consejería de Cultura le gustó la idea y lo hizo extensivo a toda Asturias. Fue un trabajo de tres años que concluyó en diciembre de 2009 y que ahora se publica.

-¿Y qué se encontró recorriendo Asturias?

-Una gran riqueza. En toda la región hay unas 500 construcciones relacionadas con la contienda. Sólo Madrid tiene más. Y además, sin ninguna duda, en cuanto a variedad tipológica y estado de conservación de estos elementos, Asturias está a la cabeza de España.

-¿Qué es lo más importante de lo que se conserva?

-El conjunto, todo; pero como elementos aislados, lo más importante está en El Cueto, en Lugones, en Las Matas de Colloto y en la Peña de San Román, en Candamo, además de los fortines de Ranón en Soto del Barco.

-¿Y lo más importante que se ha perdido?

-El conjunto de Prado de la Vega, en Oviedo, donde de destruyó una galería subterránea de hormigón que medía 200 metros.

-Mucho en las inmediaciones de Oviedo...

-Sí. En Gijón se conserva muy poco, un nido de ametralladoras en La Providencia y el refugio antiaéreo de Cimadevilla, que tiene 500 metros cuadrados y al que queremos entrar para hacer un estudio arquitectónico y ver si se puede dar un uso público, pero aunque queda una puertina está tapiada desde dentro.

-¿Está todo bien conservado?

-Mucho mejor de lo que cabía esperar. Por ejemplo, el complejo de Ranón está hasta revocado, debe de ser que tuvieron tiempo para hacerlo. Su estado es tan bueno que parece mentira que tenga 75 años.

-En muchas de esas galerías y nidos de ametralladoras se conservan también inscripciones de la época.

-Sí, y ayudan mucho a contextualizar. En Candamo, bajo la tronera de un nido de ametralladoras se puede leer: «Apunta bien, camarada, que son tus verdugos y los asesinos de tus padres»

-¿Son todo construcciones republicanas?

-El 99 por ciento, sólo queda un nido de ametralladoras nacional en Oviedo, en La Ería.

-¿Lo más extraño que ha visto?

-Una construcción de hormigón y piedra en Peña Ubiña, a 2.400 metros de altura, aquello tuvo que ser durísimo.

-¿Que les pide a las autoridades?

-Que lo conserven y que algunos elementos se recuperen, porque es patrimonio histórico.