E. VÉLEZ

Paloma Qing Garzón tiene 11 años, vive en el Parque de Invierno, habla español e inglés perfectamente y es capaz de mantener una conversación de nivel básico en chino. Aún no tiene claro a qué se quiere dedicar de mayor, pero «me encanta la gimnasia rítmica». Esta ovetense de origen oriental cumple, sin saberlo, con una de las metas del programa del candidato de Foro Asturias a la Presidencia del Principado, Francisco Álvarez-Cascos: impulsar entre los asturianos el estudio de tres lenguas principales: castellano, inglés y chino.

Con apenas un año de vida, la pequeña Qing salió de un orfanato de la provincia de Hunan, al sur de China, gracias a la lucha de su madre adoptiva, Paloma Garzón, que tomó «la mejor decisión de mi vida», siendo madre soltera. La niña acaba de terminar quinto de Primaria en el Colegio Inglés de Asturias con sede en Llanera, donde además recibe clases de francés. «Desde el primer momento tuve claro que mi hija debía conocer su lengua para no perder sus raíces orientales, y porque creo que es el idioma del futuro», explica la madre. Sin embargo, la búsqueda de un profesor para Paloma no fue fácil, comenta Garzón: «No todo el mundo está capacitado para dar clase. Al principio, Ángel Hongwei, amigo y propietario de un restaurante en la ciudad, logró reunir a un grupo de padres con niños chinos adoptados para enseñarles el idioma junto a sus propias hijas, de edades parecidas a las nuestras, pero el proyecto no fructificó. Más tarde, contraté los servicios de una canguro china, y ahora no encuentro a nadie, pero sigo en la brecha».

Lía Xin Hui, tiene 6 años y está de vacaciones en Candás con sus padres y su hermano mayor, de 16. El matrimonio, Amor Argüelles y Abel Martínez, buscan un profesor de lengua y cultura china para su hija, oriunda de la localidad de Xian-Tao, en la provincia de Huvei. «Todavía no hemos encontrado nada. Al parecer hubo una academia en Ciudad Naranco, pero no funcionó», comenta la madre. La pequeña Lía es reacia a aprender chino, «ella dice que es asturiana y no le hace ninguna gracia tener que estudiar otro idioma, aunque sabe que fuimos a buscarla a China», explica Argüelles, a quien le gustaría que su hijo mayor, David, también aprendiera chino, «pese a que no le apetece demasiado».

Cristina Jiangjuan, de 9 años, recibe clases de lengua y cultura china una vez a la semana en su domicilio del barrio de San Lázaro gracias al empeño de sus padres, Jesús Ibáñez y Cristina Sagasti, que la adoptaron cuando ya habían tenido a su primogénito, Jesús, de 15 años. «Fuimos a buscarla toda la familia hasta la capital de Jiangxi, Nanchang, cuando tenía un año, y desde el principio la integración ha sido perfecta», comenta orgulloso el padre de Cristina. Al igual que el resto de adoptantes, Ibáñez se encontró con muchas dificultades para encontrar un profesor particular: «Aprender chino en Asturias es muy complicado, nosotros hace ocho años éramos unos bichos raros al preocuparnos por cómo nuestros hijos podrían aprender su lengua. Tuvimos que preguntar por tiendas y restaurantes hasta conseguir que alguien les impartiera clases. En la actualidad, nosotros tenemos a Mario, un joven chino que lleva algo más de un año en la región. Con él, Cristina se esfuerza y avanza en sus conocimientos».

Todas las niñas poseen un nombre compuesto formado por el castellano y el apelativo original de su país. Paloma salta como un resorte al ser preguntada por el significado de Qing: «Es cielo despejado», dice sonriendo la niña, que en agosto se irá a un campamento de verano en Riaza, provincia de Segovia. «Cuando tenga catorce o quince años me gustaría que pasara el verano como alumna en un colegio de China. Ya lo he mirado y todo», cuenta su madre. El segundo nombre de Lía, Xin Hui, significa, «corazón inteligente». Sus padres planean viajar con ella a China «dentro de unos años, aunque es un trayecto muy largo y muy caro que debemos planificar con antelación». El nombre oriental de Cristina, Jiangjuan, quiere decir, «río bonito», y, pese a su corta edad, sabe mucho sobre su país de origen. «Siempre nos hemos esforzado para que China le resulte familiar, por eso hemos creado lazos con otras familias adoptantes, festejamos el año nuevo chino, vemos y recortamos noticias de su país y tenemos un montón de películas de allí», explica Jesús Ibáñez.

Las tres niñas se despiden con un «Zai Jian». Adiós en chino.