Una vez pasadas las elecciones municipales y autonómicas, y en un momento en el que los pactos políticos y el acuerdo son la herramienta imprescindible para el avance social, uno de los aspectos sobre los que los nuevos representantes de los ciudadanos ovetenses debieran reflexionar con rigor, seriedad y altura de miras es el de la cultura. En la capital del Principado la cultura no es un tema menor. Es uno de los grandes ejes de la vida ciudadana, define a la ciudad y, además, genera una industria que crea empleo y, por lo tanto, tiene peso fuerte en los indicadores económicos de la misma. La cultura es una actividad estratégica para Oviedo y por su fomento pasa buena parte del desarrollo presente y futuro de la ciudad, así como de su proyección externa.

Durante la precampaña electoral un colectivo ciudadano, SOS Cultura, levantó con ímpetu su voz e hizo una serie de reivindicaciones sobre las carencias que la ciudad presenta en este ámbito. En las diversas conversaciones que pude tener con algunos de sus representantes vi propuestas interesantes en el análisis de los problemas que, a mi juicio, tiene la ciudad en lo que a cultura se refiere y, en este sentido, la línea de colaboración ciudadana es clave en todo el proceso, así como la definición de objetivos, líneas estratégicas y equipos de trabajo.

Hay un ámbito en el que la labor desarrollada desde hace tiempo ha permitido caminar hacia la excelencia, aunque la crisis haya provocado un frenazo en seco en los últimos tres años. Me refiero al campo de la música clásica, de la lírica -ópera y zarzuela- y de la danza. Es este sector -muy amplio y que es uno de los indicadores esenciales del nivel cultural de una ciudad- el que ha podido desarrollarse con mayor holgura y un planteamiento estable que, además, ha gozado del respaldo masivo por parte del público. Es un mérito que se ha de adjudicar al impulso del alcalde Gabino de Lorenzo y, por extensión, al Ayuntamiento que preside desde hace años.

La ópera es el estandarte, aunque, eso sí, nunca ha conseguido despejar completamente sus problemas crónicos. Hay uno muy grave y que trasciende al ámbito de la ciudad. El Gobierno regional no ha pasado nunca de un respaldo tibio, podría decirse que ridículo, al ciclo y esto ha lastrado su crecimiento de manera terrible. Es el momento de la búsqueda de implicación institucional y de que ésta se plasme con la entrada de las administraciones en el órgano de gobierno de la Fundación Ópera de Oviedo. La zarzuela también se ha convertido en un símbolo. El Campoamor es una referencia en la defensa del patrimonio musical español, pese al sectarismo de los que ven en ello no sé qué tipo de resonancias extrañas. ¿Se imaginan a los políticos franceses o a los austriacos dando la espalda a su opereta? Aquí, curiosamente, debido a la ignorancia propiciada por la inexistente educación musical, se oyen auténticos despropósitos y todos tan anchos ante el que es uno de los elementos clave de nuestro patrimonio cultural. Eso sí, el Festival del Campoamor necesita un revulsivo y no se puede convertir en una reiteración continua de las mismas obras «ad aeternum». Indudablemente hay que mantener el repertorio tradicional, pero abriendo la mano a la recuperación de nuevos títulos y, también, a un trabajo continuo para la renovación de público. Aquí tiene una labor esencial la orquesta municipal, «Oviedo Filarmonía», que realiza anualmente intensas campañas con los más jóvenes y que ahora también se debieran enfocar hacia la lírica española. El valor añadido a la actividad escénica lo aportan los Premios Líricos, que elevan el nombre del teatro a nivel nacional e internacional y que para el sector se han convertido en los «Goya» de la lírica. Cuentan con el respaldo unánime de todos los teatros y temporadas españolas, siendo un activo que tiene aún enormes posibilidades de desarrollo.

Acaba de terminar una nueva edición del festival de danza con llenos en todas las propuestas. El ballet, ya sea clásico o contemporáneo, tiene un público masivo y fiel en Oviedo. Sin embargo, es complicado su crecimiento por la precariedad presupuestaria con la que se mueve habitualmente. El próximo año 2012 el teatro Campoamor cumple 120 años. Es uno de los coliseos históricos españoles. ¿Se va a dejar pasar esta fecha sin una programación especial que festeje la hazaña colectiva que para los ovetenses supone contar con uno de los teatros españoles más emblemáticos? Es, además, el momento de que, de una vez por todas, las administraciones reflexionen para resolver el problema endémico de la siempre aplazada reforma de un escenario cuyos achaques están provocando problemas graves que pueden ir a peor. Creo que la historia del Campoamor merece el esfuerzo colectivo.

Una nueva perspectiva se abre ahora en el auditorio Príncipe Felipe. Sede de la OSPA, del ciclo de orquestas invitadas y de las Jornadas de Piano «Luis G. Iberni» -que cumplen en 2012 veinte años de historia y que han marcado el camino al resto de los ciclos españoles que se han configurado siguiendo el modelo de Oviedo-. El traslado de los congresos al Calatrava debe abrir un debate que consolide al equipamiento como la gran casa de la música de la ciudad. Una casa que debiera potenciar las residencias -en formatos de cámara, por ejemplo- con una buena coordinación entre todos y convertida en una factoría de exportación musical en la que convivan las grandes formaciones internacionales con la música hecha desde Asturias. Oviedo es una de las cinco ciudades españolas que las grandes orquestas y músicos internacionales consideran a la hora de articular sus giras en España. El Auditorio y la seriedad del Ayuntamiento de Oviedo en sus compromisos han sido clave en este proceso y aquí no se puede dar un paso atrás porque significaría que la ciudad abandonaría de manera inmediata la primera división en la que ahora milita. De ahí que todo lo que sea potenciar su capacidad de crecimiento redundará en la creación de empleos directos e indirectos. Por otra parte, la sala de cámara debe ya, de una vez por todas, comenzar a tener una programación estable que, pienso, podría tener su eje en los magníficos músicos asturianos que aquí desarrollan su actividad y servir de soporte a las nuevas generaciones de intérpretes. También el jazz -felizmente recuperado-, el flamenco -que ha mantenido presencia estable- y otras músicas han de verse reflejados en la cartelera del Príncipe Felipe.

Todo esto en lo que se refiere al apartado musical. Pero la cultura ovetense pasa por el crecimiento de otras áreas ahora un tanto relegadas de manera incomprensible. Las artes plásticas y visuales deben recuperar la primacía que años atrás convirtió a la ciudad en una interesante plataforma. Espacios existen para ello, aunque no se utilicen. La colaboración institucional es la clave en este caso. Con el Principado a través del Museo de Bellas Artes, con las galerías de arte y también en la búsqueda de una cultura de proximidad con intervenciones arriesgadas y diferentes. Basta con valorar la espectacular acogida a la exposición fotográfica de Juan Nebot en el mercado del Fontán para percibir el acierto de iniciativas que, además, no son especialmente gravosas en lo económico. La ciudad tiene una nueva generación de artistas que necesitan cauce expresivo y a los que sería muy importante respaldar. Otro apartado merece atención con urgencia: el teatro. Oviedo merece una oferta teatral de calidad. Más allá del teatro más comercial de San Mateo o del apoyo ejemplar a las compañías asturianas -las profesionales y las amateur- debe consolidarse una temporada en el Filarmónica y también con alguna propuesta en el Campoamor, cuando su calendario lo permita y también una programación en la que estén presentes propuestas de pequeño formato en un ciclo alternativo que una diferentes estilos.

Indudablemente, todo esto no se puede hacer sólo con presupuesto municipal y más aún en tiempos de crisis. Por todo ello en la exigencia de todo pacto también debieran venir adjuntas reivindicaciones. La primera de ellas: que el Gobierno del Principado de Asturias aporte para la ciudad, en materia de espectáculos, las mismas subvenciones que reciben Gijón y Avilés. Ni un euro más, tampoco ni uno menos. Los ovetenses también pagamos impuestos y merecemos, como mínimo, un trato igualitario. No es una cuestión de frentismo, sino de coherencia regional que debe estar por encima de localismos. Oviedo es la única capital autonómica sin equipamiento escénico regional y con escasísimas ayudas para la realización de espectáculos. Por lo tanto, esta situación anómala se debe corregir en beneficio de la ciudadanía. Que se consiga y que, además, de una vez por todas se propicie la posibilidad de una coordinación real entre las tres grandes ciudades del Principado sería un acontecimiento. Si los teatros Real de Madrid y Liceo de Barcelona tienen abonos conjuntos, ¿no se podría articular en los teatros asturianos? ¿Tan difícil es ponerse de acuerdo en un asunto básico? Quizás un buen punto de partida común sería la realización de un festival de verano que agrupe múltiples disciplinas y que ayude en la consolidación del turismo cultural que tanto peso tiene en el conjunto del Principado. Puede resultar utópico soñar que todo esto pueda ser realidad, pero ¿lo es acaso pedir a nuestros representantes políticos generosidad para pactar en un tema clave para nuestra ciudad y para Asturias en su conjunto? Que la mano tendida pase de la teoría a la práctica debiera ser algo inmediato y una medida de higiene democrática. La cultura es una plataforma ideal para el debate y el impulso de nuevas ideas y proyectos y Oviedo es una ciudad privilegiada para liderar este proceso con plenas garantías.