Es un hombre serio, riguroso, adusto, dicen, y ahora Reinaldo Rodríguez Illera (Oviedo, 1952) será el encargado de controlar a los controladores aéreos. El ovetense tomará posesión el próximo miércoles como director general de Navegación Aérea. Llega al cargo en el momento menos dulce del sector, precisamente cuando los trabajadores de las torres de los aeropuertos están presentando declaración en los juzgados después de su «huelga» del puente de diciembre que obligó a cerrar el espacio aéreo y a militarizar las torres.

Tendrá que tirar Rodríguez de esa faceta que le reconocen de no amedrentarse ante nada. Hasta hace dos meses era presidente de la Comisión del Mercado de Telecomunicaciones (CMT). Era el responsable de que los operadores cumpliesen las reglas, y su empeño y pulcritud en el desempeño del cargo le convirtió en azote de Telefónica. Él dice que son cosas de la prensa, que controlaba al «gigante» con la misma vara de medir que a los pequeños. Los jueves era el día grande, cuando se reunía el consejo de la CMT y los operadores esperaban temblando las resoluciones del organismo. También es cierto que bajo la presidencia de Rodríguez Illera, la Comisión salió en defensa de Telefónica ante una multimillonaria sanción impuesta desde Bruselas. «Yo puedo decir que mi madre está gorda, pero ni se te ocurra decirlo a ti», resumen los que vivieron aquella situación para explicar la actitud de Reinaldo Rodríguez. Siempre defendió al pequeño operador frente al enemigo grande, pero también se puso enfrente de aquellos que cuestionaron en algún momento el mercado español.

Reinaldo Rodríguez es ingeniero de Telecomunicaciones por la Universidad de Madrid y desde 1986 forma parte del Cuerpo Superior de Ingenieros de Radiodifusión y Televisión. En 1996, de la mano de José Borrell, llegó a la Dirección General de Telecomunicaciones. Su supuesta vinculación al PSOE, que se podría colegir de los cargos que ha desarrollado durante las etapas de Gobierno socialista, no es tal, sino que cuando en 2005 le nombraron presidente de la CMT obtuvo el respaldo de todos los grupos parlamentarios.

Quizá su misión más compleja no fue luchar contra la falta de competencia en el mercado de telecomunicaciones, sino una mudanza, la de la CMT. Rodríguez Illera abandonó su despacho en la madrileña calle Alcalá para trasladarse a la torre Mapfre de Barcelona, dentro del proceso de descentralización de organismos del Estado.

Ahora quizás el puente aéreo le sirva para unir dos ciudades. Él ejerció de controlador aéreo, así que sabrá por dónde tiene que navegar.