Bruckner y Dvorak, el dúo Stradivarius «Lord Dünn-Raven» y Anne-Sophie Mutter, la Orquesta Sinfónica de Galicia y Víctor Pablo Pérez. Y debemos incluir al público ovetense, con una trayectoria como oyente silencioso no pasivo. Este sería el orden del reparto del espectáculo musical disfrutado en el flamante inicio de temporada. El «Concierto para violín en La menor, op. 53» de Dvorak es una obra maestra del repertorio violinístico. Si hacen el de Brahms se expande el Auditorio de goce, imaginamos, ya que es del gusto mayoritario en el mundo entero.

Este es como un ciclo de cine clásico en el que no hay estrenos. No somos ecologistas culturales. Un ciclo de elite como éste cuesta mucho traducido a petróleo, es un lujo cultural; pero un mal concierto, como una mala película -también subvencionada-, cuesta un petróleo que no tenemos, y resulta un despilfarro. Por eso la programación clásica es segura, ya se sabe de antemano la calidad de la cinta y se visiona en pantalla grande con los mejores medios al alcance. Esa es la tradición hedonista de un Oviedo musical en la elite, y sus otras lagunas culturales, que no son pocas y que no nos ocupan.

Mutter no es solo una violinista, es una artista consagrada «fuera de parámetros». Su «partenaire» es una obra de arte en sí mismo, el violín «Lord Dünn-Raven» de Stradivarius. La calidad de los armónicos sobreagudos escuchados -y todo su registro sonoro-, con emocionado asombro gracias al talento inmenso de Mutter, tienen voz propia en este instrumento. Ha sido un dúo violinístico en la excelencia mundial.

Mutter asombró por su poderío sonoro y musicalidad. La potencia y eficacia de su arco es portentosa, y la facultad de la precisión de su mano izquierda sencillamente apabullante. Su presencia violinística y musicalidad sobrevoló la orquesta a su antojo. Estuvo por encima de ella y, como estrella que es en el firmamento musical, también de la visión directorial. No es sorprendente, ya que lo sorprendente es ella. Fue el centro de atención en una interpretación soberbia, en la calidad sonora y en el brillo de una técnica de calidad estratosférica, en una versión quizás, en ocasiones, más edulcorada que incisiva -ejemplos de ésta última las hay en grabaciones históricas-, de una extraordinaria potencia que incluyó, en el primer movimiento, el acento de personales portamentos.

Una versión más homogénea en lo virtuosístico -también en dinámicas-, que introspectiva en la coherencia de un discurso musical complejo en una interpretación violinística de referencia absoluta, pero tal vez no una referencia absoluta en toda la extensión interiorizada de su discurso musical. El Bach de propina fue un Bach a lo Mutter y no por ello menos bello, nada purista en lo «histórico», ni falta que hizo. Ya lo dijo Sokolov, el que también es considerado uno de los dos mejores pianistas vivos -añadan para el segundo el suyo propio-, «verdaderamente no sabemos cómo sonaban las interpretaciones en la época», y su Bach es un escándalo hipnótico, como demostró en un Oviedo rendido a su magisterio. Un Bach de Mutter en el que la igualdad nota a nota en la dinámica pareció prescindir del fraseo, aunque tal vez el orden mismo de las notas en Bach ya lo contiene. Stradivarius, Bach y Mutter en igualdad de condiciones. Belleza infinita de aparente planitud y ni un suspiro en la sala. ¡Bravo el público!

Bruckner es un dios sinfónico, así que cuando se escucha algún ¡Bravo!, se nos antoja que cuatro de sus cinco letras van destinadas al genio alemán, y en mayor o menor proporción los aplausos. Solo programarlo lo constata. Una obra monumental como esta «Sexta», con una orquesta de la contrastada calidad de la Sinfónica de Galicia, no pueden dejar indiferente. El «concertino» tuvo un papel decisivo en el último tiempo del Dvorak, y en toda la sinfonía.

Víctor Pablo Pérez fue puntal necesario, patrón que no marinero en su cometido. Algunas veces un tanto irregular en los «tempi» y quizá poco sutil en la micro dinámica inherente a la obra, escasamente elegante en una gestualidad de eficacia en ocasiones discutible.

Bruckner/Dvorak y Anne-Sophie Mutter y «Lord Dünn-Raven», genios creadores, arte y estrella violinística, la Sinfónica de Galicia y Víctor Pablo Pérez. Por orden de reparto.