El catalán Antoni Solanas es arquitecto desde 1971, premiado por sus trabajos de rehabilitación en Barcelona y entregado a la defensa de la sostenibilidad. Con hechos, por escrito o al frente de distintas instituciones que dirige y ha dirigido empeñadas en la defensa de una arquitectura a la medida del planeta. Ayer inauguró con «La sostenibilidad como principio» el congreso del Instituto de Estudios para la Paz y la Cooperación-IEPC sobre «Ciudad y sostenibilidad» que hoy sigue en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo.

-Sostenibilidad, ¿se nos romperá la palabra de tanto usarla?

-Sí, es cierto, se ha banalizado mucho, aunque parece que en su origen, atribuido a Henry Kissinger, el término ya se creó con esa intención de que resultara poco científico, poco crítico. De todas formas, pasa lo mismo con las palabras «paz» y «justicia». Yo sigo utilizándolas, también «sostenibilidad», porque si no tendríamos que estar inventando términos nuevos todo el rato.

-Bien, ¿y qué es la sostenibilidad?

-Es una actitud, no es una receta. Está bien tener recetas, pero con eso no lo arreglaremos. Y hemos de tener herramientas, pero tampoco montar inquisiciones. La sostenibilidad consiste en tratar al mundo pensando en que los que vengan detrás tengan el mismo derecho a las comodidades que tenemos ahora. Y esto significa un cambio radical, profundo, enorme. Está bien poner placas solares, pero no es esto. El problema, en realidad, es siempre el mismo. Que el mercado ha absorbido de forma especulativa el concepto y vende ahora la realidad fragmentada y convertida en otra cosa.

-Ya, la etiqueta ecológica convertida en marca. Pero ¿qué recomienda entonces?

-Cambiar nuestra visión del mundo y no pretender, que también, tener una lista de las cien cosas para ser sostenibles. Lo decía muy bien la señora Donella Meadows, autora del famoso informe «Límites al crecimiento», justo antes de la crisis del petróleo de 1973, cuando ya denunciaba que en un mundo físico finito es imposible el crecimiento infinito, que es lo que el sistema pretende. Esta señora, ante esta misma pregunta, qué hacer, dijo diez cosas. Yo sólo me acuerdo ahora de dos. La última, no la más importante, por lo tanto, es hacer leyes, normativas, algo que a cualquiera se le puede ocurrir. Pero la primera es la de cambiar la visión del mundo a todos los niveles, qué objetivos persigue nuestra sociedad y qué sacrificios estamos dispuestos a realizar.

-¿Cuál es la visión de la que partimos para saber en qué podemos cambiarla?

-La visión actual de la sociedad occidental es la que nos ha llevado a un colapso por la falta de recursos y el exceso de residuos. Hacemos una gestión muy poco racional de los recursos y, por tanto, de los residuos. Suplantamos el orden natural de la naturaleza por un orden artificial. Todo está montado para dominar la naturaleza, y de lo que se trata, en realidad, es de vivir con ella, dentro de ella. Porque en la naturaleza no hay residuos, no sobra nada.

-Entonces, ¿por qué la sociedad se entregó a materiales tan dañinos como el plástico?

-Porque se toma una idea de progreso equivocada, en la que se sustituye lo cualitativo por lo cuantitativo. Bueno, en realidad eso es la propia esencia del capitalismo.

-Hay quien dice que esta crisis, este clima, el momento que estamos viviendo, es el del fin de un modelo. ¿Lo comparte?

-Sí, así empieza. No es una época de cambios, sino un cambio de época. Lo que pasa es que el cambio puede durar cien o doscientos años. Lo que importa ahora es aprender a gestionar la incertidumbre y evitar a los salvadores, porque eso acaba siempre en totalitarismos. El que tiene la solución para todo acostumbra a acabar en plan dictador. Hay que aceptar que la democracia es aburrida, pero que de lo que se trata es de que juguemos todos.

-¿No está eso muy lejos del debate entre Rubalcaba y Rajoy?

-Hay que encontrar nuevos lenguajes, nuevas formas de participación. Y no hay que hacer trampas. Porque hemos tolerado demasiado, y no somos todos iguales. Hay trampas y hay tramposos.

-¿Y qué puede hacer la arquitectura, tan de la mano del ladrillo?

-La burbuja ha sido un disparate inmenso. El campo de la arquitectura ahora es rehabilitar, es decir, volver a hacer lo que se ha hecho mal. Cuando paseas por una ciudad como Oviedo ves cómo hemos bajado el nivel. Antes se hacían edificios maravillosos comparados con lo que hacemos ahora. También ha bajado la cultura de las élites dirigentes. Las casas de Bill Gates o de los reyes europeos no se pueden comparar con las de la burguesía del siglo pasado. Se ha perdido el gusto por la calidad de la vida y la banalización del gusto de las élites es una constante en el colapso de las civilizaciones a lo largo de la historia, como ha escrito Jared Diamond en «Armas, gérmenes y acero».

-¿Lo digital es, de alguna forma, una salida?

-No soy fan ni estoy en contra. Precisamente venía leyendo en este viaje a Lewis Mumford sobre el papel de la máquina y la tecnología, cuando dice que son muy útiles pero que no son nunca el remedio. Hay una tecnooptimismo que piensa que con cuatro descubrimientos se arreglará todo. Y no, el remedio somos nosotros.

-En todo caso, algo habremos mejorado. ¿No generamos menos residuos?

-No, lo que sucede es que estamos llevando la mierda al Tercer Mundo, también la chatarra electrónica. Es como una segunda o tercera colonización.

-Hay quien plantea esto como una lucha en la que, si hay que elegir, que arda el planeta antes que la especie.

-Pero es que nosotros también somos el planeta. Uno de los problemas de nuestra visión del mundo es este dualismo excluyente. Deberíamos aprender de las filosofías orientales, en las que no hay nada blanco o negro. Por otra parte, aquí se han creado intereses fortísimos. Y en esto es interesante ver cómo muchos de los que niegan el cambio climático son los mismos que hace años escribían artículos científicos diciendo que el tabaco no era malo.

-Mandan los mercados. ¿Qué margen de acción tiene un ciudadano?

-Crear masa crítica. Aumentar la masa crítica de los que un día, no sabemos cuándo, se rebelarán. Eso es lo que estamos haciendo ahora mismo, lo que estoy haciendo en este momento, de lo que tratan estas jornadas.