«Los Secretos» vuelven a Oviedo. Este sábado actuarán en el auditorio Príncipe Felipe (25-30 euros) en la gira de presentación de su nuevo disco, «En este mundo raro». Al teléfono, Álvaro Urquijo, voz y figura al frente de la banda.

-Mundo raro, ¿cómo de raro?

-Llevo ya unos años interesado en la física cuántica, tratando de enterarme de la evolución de la Tierra, y veo que lo que pasa en el planeta no es culpa más que de nosotros, y que la voluntad de solucionarlo está maniatada por una economía de mercado que no deja que la vida se desarrolle como debiera. Eso es raro. Y también que la música cada vez sea un bien de menos valor. Es un mundo extraño por muchas cosas, pero raro tiene dos connotaciones. Es raro el que tiene un ojo delante y otro en la nuca, pero también lo raro es lo único, lo exquisito. Ése es el doble juego.

-¿La música sirve para arreglar algo de todo eso?

-Tal y como la entiendo, la música es básicamente entretenimiento. Las canciones y la política no tienen que mezclarse. La música es un don. Hay aire y se puede transmitir a través de las ondas. No sabemos si en otras formas de vida en otros planetas habrá música, pero es algo tan maravilloso como un paisaje. Siete notas como siete colores. De ahí a intentar mezclarlo con la política, allá cada cual.

-¿Cómo es la participación de la banda en la creación del disco?

-Muy buena, porque realmente estamos en un punto como grupo en el que todos y cada uno somos una pieza importante. Ya no es el grupo de un líder, somos un grupo más que nunca, y la prueba es que yo he hecho cuatro o cinco canciones. El que todos los miembros tengamos una canción, aparte de intencionado, era obligado. Pero para mí, que estuve con una mano fastidiada, me supuso mucha tranquilidad.

-¿Y esa versión de «Lágrimas sin nombre»?

-Tan sencillo como que estaba con la mano mala, no había hecho apenas canciones, tenía canción y media, y se me ocurrió que una versión en castellano podía funcionar.

-¿Siguen en directo como en la gira de los 30 años?

-Hemos dado una pequeña vuelta de tuerca. Hemos afinado si cabe más las cuestiones técnicas. Hemos intentado empacar el show, aumentando un poco la longitud. Sabemos que a mucho público le gusta lo nuevo, pero no quiere sólo lo nuevo. Aquí caben tanto canciones nuevas como las que la gente quiere que toquemos. Y sé bien lo que quieren después de haber hecho dos mil conciertos. A mí, como público, también me gusta ir a un concierto y que sea un fiesta que no me deje con las ganas de escuchar ciertas canciones. Antes que músicos somos público, y sabemos lo importante que es el público para un músico.

-¿La gira de aniversario supuso el pleno reconocimiento de «Los Secretos»?

-Estoy muy contento y orgulloso de todo lo que ha ocurrido en los últimos años con «Los Secretos», que es, creo, un grupo respetado y querido a base de trabajo y de satisfacer la demanda del público siendo humildes y sin creernos superiores a él. También te diré que la experiencia es un grado estupendo y que he dedicado la mente a hacerlo mejor tras pasarlo mal los primeros años. Porque cuando me tocó ser cantante y tocar la guitarra me exigí muchísimo. Ahora, humildemente, creo que lo he conseguido sin que nadie se dé cuenta.

-Así que la transición, para llegar a ser la voz, ha sido tranquila.

-Hemos sido conscientes de nuestras carencias y entramos por la puerta de atrás en el mundo de la música y con la cabeza puesta en las reacciones de la gente, a ver si les gustábamos con la nueva formación. Dimos setenta conciertos hasta que grabamos el primer disco sin mi hermano. Y luego, desde 2006 hasta llenar Las Ventas acabó siendo un evento irrepetible, algo que se recordará durante años. Pero es el resultado de tratar de hacerlo lo mejor posible. Cuando éramos muy jóvenes nos matábamos a ensayar. Siempre hemos tratado de compensar nuestra juventud.

-¿Cómo lo tiene ahora un chaval que empieza?

-Sé que cuesta muchísimo trabajo, y me parece muy triste que muchísimos proyectos no salgan. Eso antes no pasaba. Te editaban el disco. Porque en los ochenta muy pocos grupos salíamos a hacer giras hasta muy entrada la década. Los tres primeros años fueron más coloristas y de televisión y de las pintas que de una respuesta real de un mercado discográfico. De acuerdo que muchos hacían música y muy buena, pero de ahí a repartirla por la geografía y tocar, y que ya no estabas en Madrid con tus amigos y en tus clubs, pasó tiempo.