La Asociación Lírica Asturiana Alfredo Kraus ha dado un regalo a la afición más incondicional invitando a un mito viviente de la lírica, Leo Nucci. El prometedor tenor canario Celso Albelo lo acompañó con entereza total en tan difícil reto escénico, lucir al lado de una estrella. Tras la introducción pianística de «Largo al factotum» de «El barbero de Sevilla» rossiniano, Nucci sale a escena, apoteósico recibimiento, y primera lección de canto rozando setenta años de mayúsculo barítono para la historia de la lírica. El gesto de Albelo en su primera aparición fue muy gráfico, parecía expresar con humor «a ver quién es el guapo que se pone a la altura de esto». Después del primer «ahí queda eso» de Nucci, Albelo se tiró a la piscina sin ni siquiera mojar los pies, con «A mes amis» de «La hija del regimiento» y sus célebres Re bemoles para coronarla. Dos voces y dos escuelas de canto muy diferentes. Un Nucci para la gloria, una voz que abraza y te toca, la proyección vocal de las de antes y de las de verdad, y una clase escénica impresionante. Y Albelo, una voz que despunta, con facilidad para el agudo, con gusto cantante y techo vocal no muy alto. Verdi de lujo de nuevo con Nucci en «Eri tu» de «In ballo in maschera», cantado con una profundidad emocionante. «Una furtiva lacrima» de Albelo pausada, contenida de dinámica quizá muy ajustada, eficaz en su línea de canto -también con algún truquillo vocal-, siempre cantante. Aguantó el tipo Albelo bárbaramente, y los dos cerraron triunfantes la primera parte con el dúo de Nemorino y Belcore, también de «L'elisir d'amore».

Continuó la fiesta en la segunda parte con canciones más pegadas al sentimiento. La primera napolitana «Voce e notte» de Nucci, y el toque maestro incontestable, y «Canción del árbol del olvido» por Albelo, siempre delicado, tal vez incluso empalagoso. La segunda napolitana un manjar exquisito, la preciosa «Dicitencello vuie», y de nuevo Nucci en estado de gracia creando atmósfera. Italia impregna totalmente cada centímetro cuadrado del Filarmónica. Ambos intérpretes en perfecta sintonía cerraron el programa escrito con «Granada» de Lara. No podía parar ahí la cosa. La primera propina de Nucci, «Cortigiani, vil razza dannata» de «Rigoletto», para poner los pelos de punta. «Vivi tu» de «Anna Bolena» de Albelo, con nivel muy alto, y «Nemico della patria» de «Andrea Chenier», en final dúo lírico como regalo navideño, en recuerdo de Kraus, y regocijo generalizado del respetable en casi dos horas felices de música. Con Juan Francisco Parra, pianista superior en recursos, que fue un verdadero lujo acompañante de principio a fin. Lo único el instrumento. El teatro Filarmónica -si tiene que ofrecer el nivel que le corresponde- precisa un gran cola para los próximos años.