Especialista en Educación, presenta «Hacia una nueva civilización»

Ch. NEIRA

Doctor en Filosofía, profesor emérito con el despacho de la Universidad de Oviedo ya cerrado, catedrático de Teoría e Historia de la Educación, nacido en un pueblo de El Bierzo, vecino de Oviedo desde hace ya tantos años, Teófilo Rodríguez Neira sigue escribiendo libros para explicarse el mundo. El último, «Hacia una nueva civilización. Los muros de la escuela y el asedio de los bits», lo presenta hoy a las siete de la tarde en el aula Clarín del edificio histórico de la calle San Francisco.

-¿Completa con esta obra la reflexión iniciada en su anterior «Los cristales rotos de la escuela»?

-Los dos, también los anteriores, todos los que he escrito, nacen del desconcierto, de la perplejidad que me provoca el mundo en que vivimos. Así que escribo para aclararme un poco, para ver si logro enterarme de qué futuro tenemos.

-Usted empezó estudiando La Cultura.

-Sí, en «La Cultura contra la escuela». Me preguntaba qué estaba pasando en la cultura occidental y ahora me sigo preguntando cuál es el mundo profundo que nos mueve, más allá del mundo visible, como puede ser el de la política.

-¿Y cuál es?

-El de las nuevas tecnologías, cuyo elemento más visible son los ordenadores, tan imprescindibles, de los que dependemos tanto. Detrás de ellos está el procesamiento, desarrollo e implantación de la información. Ésa es la nueva sociedad, la sociedad de la información, ahí me sitúo yo en este nuevo libro para preguntarme qué implicaciones profundas puede tener para nuestra sociedad esta nueva sociedad de la información.

-¿Qué se ha respondido?

-Que las hay. Muchas. Por ejemplo, en el sistema ocupacional del ser humano. Cuando yo era niño el 80% de la población ocupacional estaba en el campo, en la producción agrícola. Toda la familia se dedicaba a cultivar alimentos. Ahora se supone que si una sociedad tiene a más del 3% trabajando el campo es que no está muy avanzada. Con la Revolución Industrial, hasta el 70% de la población trabajaba en la industria. Hoy trabajan en la industria entre el 17 y el 20%. ¿Qué sucede con los restantes? Se ocupan en ámbitos específicos de la aplicación de la información, como son los servicios. Y todo ello introduce en nuestras sociedades un elemento de inseguridad enorme, porque los servicios son mucho más inestables que la industria o la producción agrícola.

-¿Más elementos de inestabilidad?

-La sociedad de la información se mueve a la velocidad de la luz, y eso conmueve el sistema productivo, aposentado sobre elementos que no duran mucho tiempo y que sólo acepta elementos novedosos y flexibles. Hablamos del progreso como una necesidad, pero el progreso mantenido es una inseguridad.

-¿Qué se puede hacer ante tanto desequilibrio?

-Todos estos hechos, también la globalización, cambian nuestra vida por completo y convierten nuestras instituciones en fósiles. Como decía Daniel Bell, tenemos naciones demasiado pequeñas para los asuntos grandes y demasiado grandes para los asuntos pequeños. Pero el problema es que la sociedad de la información también está penetrando en la estructura de nuestra propia mente y modificando la manera de comprender el mundo. Las nuevas tecnologías están basadas en lo que nos diferencia como especie, el procesamiento de información, y lo pueden hacer de tal forma que dejaremos de ser los más inteligentes del planeta. Las máquinas pueden sobrepasar nuestras capacidades y nuestro desconcierto es el mayor posible. Estamos ante instrumentos poderosísimos que nos llevarán a situaciones sociales gloriosas, pero si no somos capaces de controlarlas, acabarán con nosotros.

-Nos diferenciará el conocimiento, la sabiduría.

-Pero la información circula a tal velocidad y en tal cantidad que nos anega, nos impide procesarla. Además, se nos presenta de forma discontinua y permanentemente. Así como es imprescindible controlar la energía atómica para que sea rentable, hay que controlar las nuevas herramientas y reorganizarlo todo, porque si no, no podremos sobrevivir al mundo que nosotros mismos hemos creado.

-¿Y volver al campo, autogestión, autoconsumo?

-El huerto es extraordinario cuando todo lo demás, sea la carne o el pan, está hecho. Pero nos moriríamos de hambre. Sin piedad.

-No hemos hablado de educación.

-El aprendizaje, la capacidad de aprender, es algo glorioso.

-Ni de crisis.

-No me asusta. El mundo nos dará todavía muchas sorpresas.