Chus NEIRA

Es mediodía del sábado en General Elorza y a la «entrada libre» que preside el acceso a lo que fue el edificio de la Consejería de Sanidad siguen pasillos vacíos y garrafas de agua apiladas bajo un cartel que pide al personal que las vaya a llenar y las traiga de vuelta. La Madreña, como la gente del 15-M ha bautizado el inmueble desde que lo ocuparon -liberaron, en su jerga-, parece desperezarse sin prisa en esta mañana otoñal. Sólo unas risas en el piso de arriba, donde Ángel Sánchez imparte un taller sobre yoga y compromiso social, traen ecos de cierta actividad. Eso y los paneles informativos donde la gente ha ido intercambiando correos electrónicos -también precisando si uno tiene teléfono con whatsapp para facilitar la comunicación- para organizar los distintos grupos de trabajo: ciclos de cine sobre autogestión, otro sobre Tarantino al que alguien ha añadido en boli rojo una alegación valorando que no es lo apropiado, un equipo de montaña, los que quieren montar un rocódromo, los de la música, que están empezando a organizar jam sessions, el grupo «informática para freaks», donde otra ha dibujado un asterisco, escrito un «defíneme freak» y firmado como «una posible interesada»...

Sí, parece que la actividad va llenando los muros, muchos y en partes ruinosos, del edificio que ocupa el solar, propiedad de Sedes, donde se han proyectado viviendas de lujo y que ha servido para pagar una parte de la operación de los palacios, ésa por la que el Principado compró oficinas para mudar sus consejerías al Calatrava. Esa es otra historia, aunque es «La Historia» que el personal del 15-M utiliza para defender los motivos por los que se ha entrado a este edificio para convertirlo en un centro social ocupado y autogestionado, CSOA en las siglas que se repiten por las puertas donde hay mensajes importantes: «no abrir, está roto. CSOA la Madreña»; o «Documentación antigua. CSOA la Madreña».

Jesús, «no me oculto, no hay ningún problema en dar mi nombre», llega con una cámara para filmar el cartel donde se anuncia el curso de yoga. Tiene casi cincuenta años, el «culo pelado» de estas historias y forma parte del núcleo duro de La Madreña, si es que pudiera haber tal cosa. Porque, claro, en teoría el funcionamiento es asambleario, sin jerarquías, y el 15-M sólo ha llegado hasta aquí para marcharse. La idea es poner en marcha un centro social que sirva a asociaciones de todo tipo. Espacio hay para acoger a unas cuantas. Hoy mismo, como todos los lunes, a las siete de la tarde hay una reunión para asociaciones y la asamblea semanal de las ocho de la tarde, donde todo se decide.

Eso en teoría. En la práctica se ve que Jesús y otros compañeros, también talluditos, con los que se cruza por el pasillo y que en esta mañana de sábado están recogiendo basura y barriendo pasillos, tratan de mantener cierto orden, transmitir algunas pautas de educación para la convivencia y vigilar por la seguridad. Por ejemplo, en el despacho que fue del Consejero se juntan varios ordenadores, hay una wifi precaria y también algunos instrumentos. Es, claro, una zona de La Madreña que se deja cerrada con llave y de la que sólo cuatro personas tienen copia.

Por el resto del edificio, aunque todavía es muy pronto, se pueden empezar a ver algunos avances en la prometida autogestión: cuadrantes de limpieza, puesta en marcha de una pequeña huerta con repollos en el jardín, una biblioteca donde ya se están donando libros, recogida del poco material y documentación que quedaba de la Consejería para archivarla y que nada se pierda, o el chigre donde por la voluntad se puede uno llevar una chapa o beber un algo. Eso sí, sin abusar: «Bebe con moderación, esto es autogestión», avisa el cartel.

El sueño de la Madreña es parecido al recorrido que tuvo en Málaga la Casa Invisible, un edificio convertido en centro social y cuya ocupación fue legalizada por el Ayuntamiento a los cuatro años. Sin embargo, parece que el tiempo corre en contra del inmueble de Elorza. Fuentes municipales confirmaron ayer a este periódico que Sedes solicitó una licencia de demolición del edificio y que el Ayuntamiento la firmó el pasado viernes. Con ese papel, Sedes, constructora de capital público y privado, podría acudir a un juez para pedir el desalojo.

Ángel acaba su taller del yoga de la risa y explica que hay varias vibraciones, pero que se trata de trabajar la dionisiaca antes que la del miedo, la del Cristo revolucionario antes que la del crucificado por los pecados. Alguien ha escrito en el pasillo «Los malos días pasarán».