E. VÉLEZ

El café más barato de Oviedo está en La Corredoria. Por cincuenta céntimos los clientes de un restaurante de la calle Llaviada pueden tomarlo con leche, solo, cortado o descafeinado y con una galleta. El dueño del local, David Vivas Martínez, fijó el precio hace tres meses, de lunes a viernes y hasta las once de la mañana, por «los tiempos de crisis que estamos viviendo». Desde la puesta en marcha de la rebaja la clientela del establecimiento ha aumentado en una media de 120 personas diarias, que «junto al café toman otra cosa, atraen a más gente y pueden llegar a convertirse en habituales», explica Vivas, al frente del negocio hace nueve años.

A partir de las once el precio del café es de 1,10 euros, pero la mayor parte de los clientes acude a primera hora de la mañana. «Esta calle es la principal salida del barrio hasta el polígono del Espíritu Santo y Lugones, así que vienen muchos trabajadores, además de los padres que llevan a los niños al colegio», explica el propietario, que mantendrá el coste del café a lo largo del próximo año.

En el barrio de Santo Domingo también le han plantado cara a la crisis. El económico menú de un restaurante de la calle Fernando Alonso está a punto de cumplir un año. Garbanzos con espinacas, codillo, postre, agua, vino y gaseosa por tres euros será la carta que se encuentren mañana los clientes del establecimiento, que ofrece este precio los miércoles y viernes. «El resto de días lo ponemos a seis euros y gracias a la oferta hemos aumentado en un 80 por ciento el nivel de ocupación del bar», comenta el dueño, José Carlos Rodríguez, para quien los estudiantes son su mejor cliente.

En el centro de la ciudad, en la calle Santa Susana, un llamativo cartel amarillo anuncia el precio del café a noventa céntimos. El propietario del local, Julio Victorio, decidió bajar el coste de la consumición hace seis meses ante la escasa concurrencia, «al final he triplicado la venta de café», asegura. El establecimiento también ha reducido el precio de los pinchos de 1,10 euros a noventa céntimos para superar la baja clientela, ya que, según Victorio, «el número de personas empezó a caer en picado en enero y tuve que tomar medidas urgentes». El propietario redujo la nómina de trabajadores a la mitad, de cuatro a dos, ante la precaria situación económica. «Antes dábamos carta y menú diario, pero los eliminamos en septiembre. Creo que es mejor ofrecer poco y barato que mucho y caro», señala Victorio, para el que la mejor franja horaria es de diez a una y media de la mañana.

Junto a la reducción de precios y los menús anticrisis, la hostelería también ofrece descuentos colectivos. Es el caso de un negocio de General Elorza donde los anuncios de las ventajosas ofertas están a punto de tapar la entrada de acceso al local. Las pizarras tientan a la clientela con cenas de grupo por quince euros y cañas a uno.