Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Rosa Esbert Alemany, catedrática de Petrología y Geoquímica de la Universidad de Oviedo, pionera y referente internacional en el estudio y la búsqueda de soluciones de las alteraciones de la piedra de los monumentos históricos como paso previo e imprescindible a su restauración, falleció el pasado jueves en Murcia, adonde se había trasladado para seguir tratamiento médico. Esbert hizo frente en los últimos años a serios problemas de salud, pero su muerte, a los 70 años y a las puertas de la jubilación, llegó en el momento más inesperado, según referían ayer sus compañeros y amigos. Sus colegas de la Facultad de Geología admitían estar «sumidos en la pesadumbre» y reconocían unánimemente su generoso magisterio.

El desenlace resultó tan imprevisto que sorprendió a su esposo, el también geólogo Modesto Montoto, y a uno de sus dos hijos de viaje en el extranjero. El cadáver fue velado durante el día de ayer en el tanatorio de Murcia, en cuya capilla se celebrará hoy, a las once de la mañana, un funeral. A continuación, estaba previsto que los restos mortales de Rosa Esbert sean incinerados.

Esbert, que se incorporó a la Universidad de Oviedo en 1972 con su marido, dio clase a la inmensa mayoría de los profesores que hoy en día conforman la plantilla del centro. Ambos, Esbert y Montoto, llegaban de la Universidad de Barcelona. Ella fue rompedora en muchos aspectos, en eso coinciden los que la conocieron. «Fue pionera en España y una de las primeras de Europa en el estudio de la durabilidad de la piedra monumental», manifestaba ayer el decano de Geológicas, Lope Calleja. «No sólo fue pionera, sino que le dio altura y constituyó uno de los mejores equipos de investigación en ese ámbito», puntualizaría después Jorge Ordaz, profesor de Geología y uno de sus más estrechos colaboradores. Pero no sólo era una adelantada de la Petrología sino que, como señala José Antonio Sáenz de Santamaría, también geólogo, llegó a Oviedo a principios de los años setenta «como funcionaria de carrera, cuando había pocas mujeres en la Universidad. Su caso no era común».

El hecho es que Esbert colaboró, con rigurosos estudios previos y vanguardistas propuestas de intervención, en la restauración de innumerables monumentos históricos. Su nombre está ligado a importantes intervenciones en las catedrales de Burgos y León, en la de Palma de Mallorca, la de Sevilla y en Toledo, en los monasterios de Ripoll y el Escorial; en Asturias, su firma está estampada en los proyectos de rehabilitación de la Catedral, del monasterio de San Pelayo y la iglesia de San Isidoro, el palacio del Marqués de San Feliz, la Casa de la Rúa, todos éstos en Oviedo, y en muchos edificios prerrománicos, por citar sólo algunos de sus trabajos. El último gran encargo de Rosa Esbert, comenta uno de sus discípulos, Luis Valdeón, fue el de los estudios preliminares para la futura rehabilitación de la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico.

«Ella creó uno de los primeros grupos de alteración de monumentos, sentó cátedra y creó escuela», afirma Valdeón, y añade que «el grupo de Petrología, con Rosa y su marido al frente, es de los más dinámicos de la Universidad de Oviedo, por la cantidad de contratos, becados y doctorandos».

El profesor de Geología Francisco Javier Alonso, uno de los colaboradores más estrechos de Esbert, habla de la intensa relación que, desde hace años, Esbert mantenía con el Instituto Centrale per il Restauro de Roma. También mantenía una intensa colaboración con el Instituto Nacional de Patrimonio.