El 15-M es un grito de indignación que ha removido nuestras conciencias, que las ha fertilizado. «La Madreña» (General Elorza, 32) es un eco de ese grito, un ejemplo del paso de la indignación a la acción. Los «indignados» asturianos (no sólo hay «indignados» en Nueva York, Madrid o Barcelona) han recuperado para la ciudadanía un espacio público ocupado por la especulación, convirtiendo un edificio abandonado (antigua Consejería de Salud) en una auténtica Casa del Pueblo, creando, sin subvenciones ni ayudas públicas, un centro social y cultural.

He pasado por «La Madreña» movido por la curiosidad propia de mi especie (soy psicólogo) y, como el replicante de Blade Runner, he visto cosas?

He visto denuncia (el edificio es un ejemplo de especulación urbanística), he visto alternativas (el propio funcionamiento de «La Madreña» es ya una alternativa política). He visto solidaridad, responsabilidad, democracia, autogestión; he visto más respeto en sus asambleas que en muchos plenos municipales. He visto talleres (reciclaje, yoga, teatro, comida vegetariana, cosmética árabe), he visto multitud de actividades, todas ellas compatibles con el descanso vecinal: charlas, cuentacuentos, debates, recitales de poesía, presentación de libros, exposiciones fotográficas, cineforum, clases de inglés, música, un amagüestu? He visto gente cocinando, limpiando, ayudando, trabajando. He visto brotar una biblioteca, una ludoteca, una sala de estudio, un huerto ecológico, una tienda gratis. He visto revivir un edificio muerto. He visto también cosas indescriptibles, pues una combinación de palabras es siempre inferior a una ilusión, una sonrisa sincera, un acto de generosidad.

Vengan a «La Madreña», pasen y vean, comprueben ustedes mismos lo que allí está emergiendo del caos. Pero dense prisa, «La Madreña» tiene, como todo lo vivo, los días contados.