David ORIHUELA

El doctor Miguel Casas Marín, fallecido el viernes en Oviedo, a los 86 años de edad, «tocó muchas llagas en esta vida». En su profesión de dermatólogo se centró la homilía del funeral por el médico en la iglesia de San Juan el Real de Oviedo. El encuentro de Jesús con los leprosos «es lo más apropiado para dar gracias a Dios por la vida y el trabajo de Miguel Casas», explicó don Álvaro, el párroco que ofició la ceremonia por «un gran hombre y un gran doctor que pasó por el mundo haciendo el bien y sin alharacas».

Miguel Casas Marín fue un pionero al haber puesto en marcha en Oviedo el primer servicio de dermatología del entonces Hospital General de Asturias. Eran los años sesenta y desde entonces y hasta 1990, cuando se jubiló, trabajó en lo que hoy es el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA). El doctor había nacido en Madrid en 1925 y allí cursó la carrera de Medicina para luego especializarse en dermatología en el Hospital San Juan de Dios, Gregorio Marañón. Con 30 años se trasladó a Oviedo y ejerció su profesión en varios destinos. Durante varios años fue médico de Renfe y también trabajó como médico para la Policía Armada y en el cuartel del Milán. Fuera de Oviedo ejerció en el ambulatorio de Mieres.

Una vez fundado el servicio de dermatología del Hospital de referencia de Asturias se puso al frente del departamento, al tiempo que ejercía como profesor titular de Dermatología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo.

Con 65 años dejó el Hospital, pero no la profesión porque continuó la actividad privada en su clínica de la calle Uría. No se quitó la bata hasta los 82 años.

Familiares y amigos, compañeros de profesión, discípulos y pacientes le despidieron ayer con la convicción de que decían adiós a un «excelente médico» y también a un doctor «cariñoso y afable con los pacientes». Un doctor que cuidó las llagas y las heridas de cientos de ovetenses y que transmitió la pasión por la medicina a sus hijos, que ayer estuvieron arropados por numerosas personas. Miguel Casas Marín era un profesional muy querido y reconocido en Oviedo, pese a no ser su ciudad natal, y así cuando el Ayuntamiento anunció el cambio de nombre de varias calles de Oviedo para cumplir la ley de Memoria Histórica fueron muchos los ovetenses que a través de una votación en LA NUEVA ESPAÑA pidieron que la calle Comandante Caballero, donde residía el fallecido, pasase a llamarse calle del Doctor Miguel Casas Marín.