Chus NEIRA

Hace pocas semanas, cuando la nueva cara de «El Termómetro», el imponente edificio que preside la esquina entre las calles Fruela y San Francisco y mete su proa hacia el Campo de San Francisco, empezó a hacerse visible tras dos años y medio de rehabilitación, algunos pensaron que la ciudad había perdido una de sus joyas arquitectónicas. No eran capaces de reconocer el edificio que Vidal Saiz Heres ideó antes de la Guerra y construyó entre 1936 y 1944. Pero no por fidelidad al original, sino al revés. Esta última intervención ha devuelto, al que fue considerado uno de los primeros rascacielos de Oviedo, las características originales de un proyecto al que los años y sucesivas intervenciones habían ido desvirtuando.

José Senén García, propietario y promotor, y los arquitectos Borja Bordiu y Damián Fandos han operado durante estos años con calma, mimo, deleite y respeto al proyecto original sin reparar en gastos. Algo, aseguran arquitectos como Javier Calzadilla o José Ramón Fernández Molina, este último vinculado al proyecto como colaborador en cuestiones patrimoniales, muy difícil de ver.

«Ha quedado muy bien», resume Calzadilla. «Se han suprimido aquellos cristales planos y se ha devuelto su fisonomía al edificio, con la piedra y la carpintería de la fachada bien trabajada. La parte más emblemática del edificio era esa esquina con cristal curvo hasta arriba, que ahora se recupera. Y creo que han acertado con el color de la piedra. Es una buena noticia para Oviedo y para la arquitectura. No es nada barato, es una rehabilitación costosa. Y es de alabar el acierto de los técnicos y del constructor y que se haya creado un conjunto tan eficaz, cosa que no siempre sucede».

Para Calzadilla, «El Termómetro» es de lo mejor del siglo XX que hay en la ciudad, opinión que comparte con la cronista oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve, quien destaca que su estética «partió la Guerra, pues fue concebida antes y realizada después». «Las propias vidrieras», detalla, «eran más de posguerra que de preguerra. Es de lo mejor que hay en Oviedo con diferencia y su esencia reposa en ese vidrio curvado y esos marcos metálicos que lo sustentan. Para que fuera "termómetro" hacía falta esa curvatura».

Precisamente esa curvatura era lo que se había ido perdiendo en las sucesivas intervenciones que sufrió «El Termómetro». En una de ellas, cuando el Banco Popular Español reformó todo el bajo, desapareció también la visera sobre la que reposaba el conjunto, encima de la planta baja, en mármol negro marquina, y se cambió por un grueso friso metálico.

El arquitecto Damián Fandos detalla que cuando comenzó la rehabilitación, el 22 de septiembre de 2009, la cristalera curva original sólo se conservaba en la sexta planta. En el resto del edificio se habían ido sustituyendo cristales y carpinterías curvos por otros planos con disposición poligonal, más baratos que los originales.

Ahora «El Termómetro» ha recuperado toda esa fachada curva. Cristalera curva de arriba abajo y una carpintería que, aunque no de forja, reproduce la sección original en aluminio con tonos en grafito. En los laterales, donde la carpintería era en madera, también se ha respetado el ancho original.