¿Aguantará Carreño? Sobre sus anchas espaldas y las de los cinco concejales que le acompañan reposa la sustitución de Gabino de Lorenzo, histórica porque hace más de veinte años que el PP se sienta en la presidencia del salón de plenos. Hombre tranquilo y que no se sale del sendero, parece que lo tiene muy claro: los electores han hablado, le han dado a los populares once ediles, y a Foro siete, y es la derecha la que tiene la responsabilidad de gobernar Oviedo.

Pero, ¿y si se raja? Por esa pequeña ranura se cuela la inquietud en el equipo de gobierno ovetense, que tiene todas las cartas para sentar a Agustín Iglesias Caunedo en la Alcaldía, pero que no acaba de confiar del todo en el que ha sido, durante años, un enemigo encarnizado. La nueva portavoz del PP, Inmaculada González, lo dejó caer en su primera comparecencia pública, apelando a la sensatez y a la seriedad del PSOE, «un partido con cien años de historia».

Dentro de los muros de la Casa del Pueblo, sin embargo, numerosas voces creen que la ocasión la pintan calva, que Oviedo es un caso especial en el contexto de Asturias y que pocas veces se presentan segundas oportunidades sobre la tierra. Ex responsables socialistas municipales, como Antonio Masip o Leopoldo Tolivar, creen que al menos Carreño tendría que haber escuchado a los militantes, haber explorado la posibilidad de hacer un esparabán y dejar a Iglesias Caunedo compuesto y sin novia.

El papel de Alfredo Carreño es feo de interpretar. Lo hace con llana sensatez, con la misma cara imperturbable con la que aguanta chaparrones de críticas o con la que celebra victorias internas en la AMSO. No se le despeina el gesto.

Y la verdad, aunque sea atractivo imaginar un giro copernicano en la política municipal de Oviedo, cabe imaginarse un hipotético equipo de gobierno tripartito (Foro, PSOE e IU) como el camarote de los hermanos Marx. Por un lado, Arturo González de Mesa, impulsivo, algo faltón e imprevisible, que tan pronto te regala el voto para los presupuestos como te disputa la Alcaldía, sin que se tenga muy claro si es tan fino estratega que nadie le pilla la onda, o va, sin más, dando tumbos por la Casa Consistorial. Por el otro, Roberto Sánchez Ramos, que camina desde hace muchos años por un sendero propio, haciendo pocas concesiones a aparatos y órdenes externas, y que tiene muy claro que al enemigo, ni agua. El primero le ofrece a Carreño «programa». El segundo le pincha, acusándole de abandonar a su suerte a los votantes de izquierda. Con estos compañeros de viaje, el pacificador de la AMSO, que cortó el nudo gordiano de la conflictiva Casa del Pueblo expulsando militantes, no quiere aventuras. Y contesta con descalificaciones personales a las provocaciones de Rivi, al que llama fanfarrón e incoherente, y al que acusa de hacerle el juego sucio a Cascos. Un lamento en el que viene a coincidir con el PP, que tiene la boca seca de tanto pregonar la supuesta alianza foro-comunista, algo así como la otra cara de la moneda del «pacto del duerno». Sin embargo, el temprano idilio de Rivi con los concejales de Foro, cimentado en su conspiradora amistad con destacados foristas como Juan Vega y alimentado por el odio común a De Lorenzo, parece próximo a agostarse. No hay química.

Así las cosas, el Pleno de investidura, el segundo de este mandato, verá presentarse a tres candidatos a Alcalde: el del PP, el de Foro y el de IU. La abstención del PSOE -Carreño mediante y salvo que la FSA decida darle un balón de oxígeno a Cascos- permitirá que el aspirante mayoritario, con el apoyo de once de los 27 ediles de la Corporación, salga elegido alcalde. Iglesias Caunedo, que anda en funciones por el despacho que durante dos décadas ocupó De Lorenzo, podrá sentarse en el sillón ya con derecho propio.