Elena FERNÁNDEZ-PELLO

«Para trabajar en una mina hay que conocerla por dentro». Ése era el consejo que Luis Álvarez Fueyo, el decano de los ingenieros españoles y probablemente europeos, daba a sus colegas recién llegados de la capital. El pasado 26 de enero cumplió 106 años y ayer, durante su celebración, lo recordó, y también cómo andaba por los pozos, el desembarco de la empresa pública en Asturias y algunas anécdotas divertidas con sus compañeros de promoción. Álvarez Fueyo no se cansa de sumar años. «Si me dejan cumpliré 107», advertía en el festejo de este último aniversario, con un almuerzo en el Real Club de Tenis de Oviedo.

En la familia muchos siguen la estela del patriarca. Hay cinco ingenieros de Minas y cinco Luises. Todos le profesan afecto y respeto. «Vienen a diario», cuenta, y así le ayudan a sobrellevar los inconvenientes de la edad. Luis Álvarez Fueyo ha tenido que renunciar a las largas caminatas que tanto disfrutaba y tiene dificultades para oír, pero mantiene vivos la inteligencia y el buen humor. A ello contribuye la compañía de sus dos hijos, Luis y Josefina, y su descendencia, con sus nueve nietos y diez bisnietos. Su esposa, Josefina Liñero, con la que se casó en Vegadeo en plena Guerra Civil, falleció años atrás.

«La afición por la minería la tenía ya de muy guaje, respiré el ambiente minero en casa», cuenta Álvarez Fueyo. Su padre, Arturo Álvarez Artime, era facultativo de Minas y fue facultativo jefe del Grupo Tudela Veguín. Él nació en Mieres, estudió en Pravia y salió hacia Madrid con 16 años para preparar el ingreso en la Escuela Especial de Ingenieros de Minas; se colocó como ingeniero director en la empresa Hulleras de Riosa, donde le sorprendió la Revolución del 34. Allí era bien conocido y aún mantiene buenas amistades: el día de su cumpleaños recibió varias llamadas desde esa localidad.

«Trabajé curioso hasta que cumplí los 70, ahora que trabajen otros», bromea Álvarez Fueyo, con un leve deje asturiano. En 1950 ingresó en el Ministerio de Industria y comenzó a dar clases como profesor numerario de la Escuela de Facultativos de Minas de Mieres.

En 1953 se hizo cargo de la perforación del pozo Montsacro. En 1969, ya en Hunosa, asumió responsabilidades en el departamento de compras, trasladó su residencia a Oviedo y unos años después se jubiló.

El centenario ingeniero entretiene las mañanas con la lectura de LA NUEVA ESPAÑA y el «ABC». Sus parientes comentan que hasta bien entrado en años «caminaba mucho y se duchaba con agua fría». Tal vez esas costumbres tengan algo que ver con su longevidad, además del factor genético, porque, apunta, «mis dos hermanas vivieron hasta los noventa». Y como última curiosidad, Luis Álvarez Fueyo, que hasta tiene calle en Oviedo, cuenta que juró bandera con Alfonso XIII y se licenció con la República.