Ángel FIDALGO

Se apagó una estrella. El cocinero Fernando Martín, el de Trascorrales, falleció ayer en Oviedo a la edad de 71 años, después de una larga enfermedad. El funeral del que fuera la primera referencia de la gastronomía asturiana en el resto de España se celebrará hoy, a las cinco de la tarde, en la iglesia de San Juan el Real.

Desde que el 2 de febrero de 1976, que abriera el restaurante Trascorrales, por el que pasó Rockefeller, Vargas Llosa, Camilo José Cela, Carlos Andrés Pérez y Liz Taylor, entre otros famosos, y donde consiguió la primera estrella Michelin de Asturias, hasta que abrió el nuevo Trascorrales en junio del pasado año junto con su hija María, y tras pasar por los fogones del Palacio de Luces, vivió con pasión y creatividad la gastronomía asturiana, hasta convertirse en todo un maestro y referente.

«Abro con la ilusión con la que siempre comencé todas las cosas, y como lo hago en medio de una importante crisis económica, también siendo coherente con los tiempos, en un establecimiento que será respetuoso con el cliente y conmigo mismo», comentaba entonces a LA NUEVA ESPAÑA en la que fue su última entrevista.

Se había criado en Llanera y a los siete años había llegado a Oviedo junto a sus padres, que venían a hacerse cargo del restaurante Pelayo. Allí se curtió tras la barra con su padre Fernando y comenzó a merodear por la cocina, donde su madre, Enedina, ejercía de excelente guisandera. La llama del que con el paso del tiempo llegaría a ser un gran cocinero había prendido. Ayer se apagó.

A lo largo de su vida hubo muchos «fernandos», según los negocios por los que fue pasando. Siempre se le recordará primero por «Fernando el de El Pelayo», el restaurante familiar en el que le entró la pasión por la cocina; «Fernando el de Trascorrales», el restaurante innovador de la gastronomía ovetense; «Fernando el del Canary», lugar de moda en la noche capitalina; en el barrio marinero de Gijón, Cimadevilla, fue «Fernando el del Farol»; en la cafetería de la estación de esquí de Pajares, «Fernando el del Brañillín», y «Fernando el de Argame» en un bar de la antigua carretera a Mieres, local que, como todos por los que pasó, logró poner de moda.

Abrió una veintena de negocios hosteleros en Oviedo, Gijón, Valladolid, Madrid y la Costa del Sol. Atracó en Marbella donde logró lo que sólo él podía conseguir, poner de moda la fabada bajo un sol veraniego de justicia. Una vez más había logrado dar en la diana. Llegó a vender veinte kilos diarios de fabada.

La noticia de la muerte de Fernando Martín corrió ayer por todo Oviedo como un reguero de pólvora. No por previsible dejó de ser impactante entre sus muchos amigos y discípulos, y desde luego entre su familia, que se vio ayer arropada en el hogar número 6 del tanatorio Los Arenales.