Carolina G. MENÉNDEZ

Difundir el yoga entre la comunidad educativa es el objetivo del programa «Yoga en la educación» puesto en marcha por el profesor portugués, afincado en Asturias, Nuno Oliveira. El Instituto Aramo, consciente de los beneficios que esta disciplina oriental puede provocar entre sus profesores y alumnos, abrió las puertas del centro, situado en Llamaquique, a personas del ámbito educativo interesadas en profundizar en el trabajo físico y mental que proyecta el yoga. Así, a finales del pasado año dieron comienzo las clases que desde entonces se celebran dos días a la semana, martes y jueves por la tarde. Asisten seis personas, cinco profesores de diferentes centros educativos y una estudiante de Secundaria; unos ya familiarizados con esta disciplina por haberla practicado anteriormente y otros noveles en su práctica, pero, conocedores o no, todos se han volcado en ella.

Sobre una estera que sitúan en el escenario del salón de actos del instituto, la clase comienza con el «saludo al sol», una secuencia de posturas que se realizan como si de un solo ejercicio se tratara, ya que se hacen de forma encadenada. A partir de aquí, la clase, que respira concentración y entrega, fluye al ritmo moderado que va marcando Nuno Oliveira.

Coordinar la respiración con las asanas (posturas) es uno de los aspectos más difíciles de controlar para los alumnos menos experimentados, pero con práctica y tiempo, además de tesón, lograrán acoplar dos de los pilares del yoga, reconoce Nuno Oliveira, también profesor de yoga en el colegio de Meres, donde acerca esta filosofía oriental a un grupo de estudiantes de Secundaria.

Mejorar la flexibilidad, ganar fuerza, ausentarse física y mentalmente durante una hora de los quehaceres de la vida cotidiana y aprender a relajarse son los objetivos que persiguen los participantes en este curso, profesores que durante sesenta minutos dejan de interpretar su papel docente para transformarse en alumnos.

Son conscientes de que el yoga puede ayudarles a reducir, combatir y manejar situaciones de estrés tan presentes en el ejercicio de su profesión, aunque para algunos, según manifestaron, ésta es una meta todavía difícil de alcanzar; de momento se conforman con mejorar la condición física. El siguiente paso será alcanzar el bienestar mental, ventura que llegará a través de las posturas, que requieren de una respiración profunda y suave.

Además de las asanas y la respiración, otro de los pilares del yoga es la meditación, que consiste en el cultivo de la concentración y de dirigir el pensamiento a un estado más elevado. Lograr este estado mental son palabras mayores para los alumnos de yoga del Aramo. «Creo que es difícil llegar a ver, pero no mirar, sobre todo en el mundo en el que nos encontramos», apunta uno de los docentes sentado en su estera, un reducido espacio sobre el que se realizan todas las posturas, desde la más básica, samasthiti, también conocida como la postura de la montaña por su estabilidad e inmovilidad, hasta las más complejas y de difícil ejecución. Sencillas o difíciles de realizar, todas deben ser supervisadas por el profesor, figura clave en la clase de yoga, reconoce Nuno Oliveira. Éste debe conocer las capacidades y limitaciones de cada uno de los alumnos para poder instruirles en una buena práctica, cuyo objetivo físico es el fortalecimiento de la columna vertebral como eje del cuerpo.