Por ser el Día de la Mujer escribí este cuento de Navidad (vale para Cuaresma). «Érase que se era una muchacha enamorada de un gilipollas; una muchacha tan inteligente como ingenua, de esas que dejaron al mozo que querían en su juventud para enamorarse de la novedad. Una noche, en tacones y medias de rejilla, se declaró al gilipollas: "Te quiero mucho, tontito, quiero casarme contiguito, criar hijos para el cielo y que me lleven algún viernes a la cena-concierto del Blanco Satén o al Patio de Balbona, en Pravia". Y el mozo, somontano y asustadizo, se abrió. Entonces ella regresó a casa y vivió feliz para siempre jamás, sin lavar, planchar, cocinar ni fregar para otros; construyó en torno a su vida un grupo de amistades afines, sacó unas oposiciones y ganó dinero para invertirlo en su provecho sin hacer el caldo gordo a los príncipes azules».