La capacidad que tenía José Vélez para la improvisación no fue la mejor de sus cualidades, pero pocas personas habrá habido en las últimas décadas capaces de construir frases que ya están en el acervo periodístico asturiano. Un mediodía de verano de mediados de los años setenta del siglo pasado, Vélez acudía, como cada agosto, al partido del trofeo «Emma Cuervo» en Ribadeo (Lugo), que seguramente jugaría el Real Oviedo contra el Celta de Vigo. Vélez se detuvo a almorzar en un aparente restaurante de Tapia de Casariego. Cuando entró en él, con la decisión que nunca le faltó, el camarero le dijo: «Van a tener que esperar porque sólo estamos dos». Sin una duda le replicó: «Pues si son dos, pongan un garaje», y se dio la vuelta en busca de mesas más propicias para terminar pronto y acudir al campo de fútbol con tiempo suficiente.

Aquel «pues pongan un garaje» no fue más que una anécdota en la intensa vida periodística de un maestro de las ciencias de la información. Porque cada jornada con Vélez era una especie de máster que abría campos y nuevas visiones a tantos periodistas que con él convivieron durante décadas de la profesión que tanto amó. Vélez enseñó muchas cosas a mucha gente entre retrancas, bromas y frases redondas que alguien debería de recopilar por interés público. Imposible olvidar, por ejemplo, aquella que decía: «Eso ye como poner una tienda de elefantes en el Naranco», referida casi siempre a aspectos de la vida que él consideraba imposibles.

Las redacciones tenían dos estados a lo largo de la jornada: cuando no estaba Vélez y cuando estaba. Cuando él estaba seguro que había discusión sana, risas abundantes y trabajo bien hecho. Porque él siempre fue el primero en llegar a los sitios, y no digamos a las redacciones, y el primero que adornaba con sano humor la convivencia, a veces tan complicada. De «Región» a LA NUEVA ESPAÑA y siempre a la «Hoja del Lunes», que él cuidó hasta el último aliento del semanario de los periodistas, hasta su «Hora de Asturias», admirable por tantas cosas y a la que se dedicó hasta su última hora.

Un grande de la información, un ovetense de pura raza, un asturiano más universal de lo que él se creía, Vélez se ha ido de forma inesperada, pero deja un capital periodístico de primera línea, y no sólo en sus magníficos trabajos periodísticos. Cuando la Asociación de la Prensa lo homenajeó hace menos de dos meses recordó su viaje a Roma para hablar con Juan Pablo II en vísperas de su visita a Asturias, pero no citó más por prudencia o por no hacer largo el discurso a los compañeros. Un tipo único, irrepetible, inolvidable, testigo de Asturias durante décadas, se ha ido poco después de su admirado Juan Ramón Pérez Las Clotas, que podría formar la trilogía de periodistas a los que tanto admiró en vida junto a Paco Arias de Velasco, fundador de LA NUEVA ESPAÑA, y Ricardo Vázquez-Prada, director de «Región». Con ellos podrá hacer tertulia en el más allá y asegurarles que aquella iniciativa es tan absurda como poner una tienda de elefantes en el Naranco.