Me llegó la noticia poco después de comer. Me quedé helada. Acababa de estar con Pepe el viernes pasado en Ribadesella, durante la presentación de los libros de Emilio Serrano y Francisco Rodríguez. Allí estaba don José -Pepe Vélez- con su cámara a cuestas, inmortalizando para «La Hora de Asturias» un momento importante para sus amigos Emilio y Paco. ¡Cuántos años con la cámara a cuestas! ¡Cuántos actos inmortalizados! ¡Cuántos amigos!

Al verle ese día le saludé como siempre y él, también como siempre, me protestó de lo que, a su parecer, se había alargado el acto, formulando una teoría nada descaminada. En ese modo de proceder, tan habitual en él, no había más que la sabiduría de quien, por haber vivido muchas cosas y no tener nada que perder, no le importa la apariencia y dice las verdades sin rodeos.

En cuanto pude subí a Los Arenales. Quería darles un abrazo a Aurora, a María, a Elena y a Eva y hacerles partícipes de mi recuerdo sobre su marido y padre. Nunca olvidaré la ayuda que Pepe me brindó cuando decidí crear mi propia empresa de comunicación. No fue nada material, sólo el gesto de que contara con él para lo que necesitase en mi nueva andadura profesional. Desde entonces, cuando nos encontrábamos, siempre seguía mis logros con interés intentando abrirme los ojos para que no tropezara en lo que podía ser un peligro o una amenaza. En el tanatorio comprobé que había más personas agradecidas a esa forma de hacer generosa y desinteresada.

Siempre te di las gracias, pero hoy, Pepe, cuando ya no estás entre nosotros, quiero hacerlo de una manera especial. Estoy segura de que tu santo patrón, en la víspera de tu santo y tu cumpleaños, te habrá dado un abrazo al verte llegar con tu cámara a cuestas. Y a estas horas, ya habrás inmortalizado alguna panorámica de ese lugar en el que tú, de alguna manera, creías. Vaya por ti mi oración y mi recuerdo lleno de gratitud y cariño.