Ángel FIDALGO

«Es el tercer año que estoy en este vía crucis y la participación de los fieles continúa creciendo». Así lo afirmó ayer el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, a la puerta de la iglesia del Cristo de las Cadenas, al finalizar a las 21.30 horas el primer acto piadoso de esta Semana Santa, que se había iniciado en el templo parroquial de los Santos Apóstoles una hora y media antes.

La afluencia de personas fue tal que el casi medio millar de cirios que se repartieron en la iglesia antes de la procesión fue insuficiente para atender a la gran demanda de asistentes al acto indulgente, que comenzó con la primera estación: «Jesús es condenado a muerte».

Poco después, ya en la avenida del Cristo de las Cadenas, fue cuando comenzó a soplar el llamado «viento de Cuaresma», que no dejaría a los fieles hasta llegar a la altura del hospital, coincidiendo con la novena estación: «Jesús cae por tercera vez». Monseñor Jesús Sanz recordó que es un lugar «donde también se viven historias de pequeños calvarios».

El monje franciscano mostró admiración por los fieles que con devoción participaron en el vía crucis, y también por las muchas personas que a su paso se asomaron a las ventanas de sus casas «para observarla con respeto»; pero también fue indulgente con los que a lo largo del recorrido, muy pocos, hicieron muecas. «No entendieron lo que hacíamos. Así es la vida», comentó con el talante permisivo propio de la orden a la que se abrazó.

El arzobispo, en este inicio de la Semana Santa ovetense, «la semana grande» como le gusta llamarla, tuvo palabras de agradecimiento y también de ánimo para las cofradías y hermandades que con sus procesiones penitenciales contribuyen a engrandecerla y a llenarla de fervor religioso.

«Cristo ha vencido su muerte y la nuestra», concluyó Jesús Sanz al final de vía crucis, antes de adentrarse en el interior de la iglesia del Cristo de las Cadenas. Minutos antes su párroco, Francisco Javier Suárez, había abierto las puertas del templo.

Había finalizado la decimocuarta estación: «El cadáver de Jesús puesto en el sepulcro». El arzobispo, junto a la cruz de madera que abría el vía crucis, presidió la última estación: «Jesús resucita», que fue seguida de la oración final.

Poco a poco los fieles fueron abandonando el templo y su entorno para regresar en sentido inverso, lo que también hicieron con el recogimiento propio de este acto religioso.

La Policía Local, a lo largo de todo el recorrido, fue desviando el tráfico, que dada la hora era escaso y por lo tanto no se vio muy afectado.