Elena FERNÁNDEZ-PELLO

«¿Quiénes son hoy los que tienen los pies gastados de tanto ir de aquí para allá, buscando una puerta de salida para sus agobios económicos, sus desgracias asoladas, sus lutos y sus fracasos?», preguntó el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, en el transcurso de la misa de la Cena del Señor, celebrada ayer, Jueves Santo, en la Catedral. Del mismo modo que Jesús de Nazaret lavó los pies de los doce discípulos, el Arzobispo lo hizo con una docena de hombres, alojados en la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados del Naranco. «Dios mismo se pone a lavarlos; Él, que sabe de tantos caminos polvorientos, rotos y rasgados», declaró el Arzobispo.

Con el lavatorio de pies y el recordatorio de la institución de la eucaristía, dio comienzo, ayer por la tarde, el triduo pascual. «Jueves Santo, jueves en el que dar gracias por el amor fraterno, por la eucaristía, por el sacerdocio santo», proclamó el Arzobispo, que dirigió el ceremonial religioso entre los canónigos, en una basílica llena de fieles y de la que entraban y salían sin cesar los turistas.

El sermón del Arzobispo estuvo dedicado al amor de Dios a «una humanidad esquiva, torpe, extraña al amor del mismo Dios», «amor de hermano, amor eucarístico». Aludió a la tradición de la Pascua judía y a la entrega de Jesús a los hombres como «gesto supremo».

La «Schola Cantorum» de la Catedral, dirigida por Leoncio Diéguez, acompañó las celebraciones litúrgicas de la tarde. Por la mañana, el templo acogió el oficio de lecturas y laudes.