Salimos del hotel Notre Dame de Jerusalén a las 5 a. m., llovía un poco, cruzamos la calle Jativat Hatzanjanim y la Puerta Nueva, en la esquina noroeste de la muralla, recorrimos las calles desiertas y llegamos al templo del Santo Sepulcro, construido en el siglo IV sobre las rocas del Calvario, una cantera abandonada en tiempos de Cristo, y sobre la tumba excavada en esa ladera, donde fue sepultado Jesús. Entonces removieron la roca y dejaron exento el nicho del sepulcro para construir sobre él un baldaquino; la cámara mortuoria tiene unos dos metros de largo, por menos de dos de ancho; la puerta es baja, hay que pasar en cuclillas y dar dos pasitos antes de erguirse. Mi álter ego y yo entramos a las 5.30, meditamos y salimos a las 6. ¿Para el que viva más de una vida, habrá más de una muerte? ¿Y más de una resurrección? ¿Y más de un destino?