Á. FIDALGO

Santiago Fernández vio la tarde del lunes a Diego Valladares y a José Antonio Díaz cuando se dirigían al río, donde el primero encontró la muerte y en cuyas aguas desapareció el segundo. No le extrañó: los conocía del pueblo, a Diego desde la niñez, y estaba acostumbrado a verlos juntos, volando el avión de aeromodelismo. El día anterior, domingo, Santiago Fernández, que tiene una casa en Udrión de Abajo, junto al río, fue testigo de cómo se les enganchaba el avión en las ramas de un árbol, en un islote en medio del Nalón. El lunes, les vio pasar para recuperar el aparato, pero no pudo alertarles del peligro. Les saludó, pero siguió dedicándose a sus cosas y no vio cómo se metían en el agua.

«Los conocía desde que nacieron y me cuesta creer lo que les pasó. Lo que siento es no haber estado ahí cuando se metieron en el agua para decirles que era el lugar más peligroso del río. Si lo hubiera podido hacer, tal vez no estarían muertos; pero esto ya no tiene solución», comentaba ayer por la mañana, desolado, contemplando el enorme caudal que lleva estos días el Nalón.

Santiago Fernández, ya jubilado, asistió consternado al rescate del cuerpo de Diego. «Estaba enganchado en unos arbustos que había arrastrado el río, por lo que no fue fácil sacarlo ya que además la corriente era muy fuerte».

«Las personas que lo rescataron soltaron la cuerda que lo amarraba a un árbol, lograron desengancharlo del fondo y lo fueron trayendo poco a poco hacia la orilla con la mochila que llevaba en la espalda y que después se desprendió. Cuando lo acercaron a la orilla, la Guardia Civil me dijo que me apartara», cuenta. Y vuelve una y otra vez a remarcar que «quisieron cruzar el río por la parte más peligrosa y se equivocaron».

Santiago habló también tras el dramático suceso con la mujer de José Antonio, que les había acompañado en su intento de recuperar el avión y presenció la tragedia. «Me dijo que su marido intentó rescatar a Diego cuando se hundía en el río por la fuerza de la corriente y al estar atado por la cintura, y que en ese momento fue arrastrado. La última vez que lo vio fue en la curva que da el río».

Santiago calla y observa a los equipos de rescate, que siguen rastreando el río. En la ribera la empleada del estanco de Diego Valladares, muy emocionada, sigue también, acompañada por unos amigos, el rastreo, por ahora infructuoso.