Juan Carlos I, el «Millán Astray» de la paz, ha sufrido el enésimo accidente de trabajo, que bien podemos cargar en el Ministerio de Ganadería; ha pisado caca de paquidermo y del trompazo se ha roto la cadera, el único hueso que le quedaba entero, porque la corona también necesita unos puntos de soldadura; y ya que no lo echen del seguro, por siniestroso. El médico nos explicó que el sufrido Monarca aguantó sin cazar desde la punta de África hasta el hospital madrileño, donde le administraron un Nolotil con pingarates, y nos advierte de que, entre la prótesis, la artrosis y el disgusto, tres meses de baja no se los quita nadie. Eso sí, la alerta azul oscuro ha puesto en marcha el engranaje palaciego y será nuestro Príncipe de Asturias quien represente a su padre; de hecho, me dicen que Felipe ya está de camino a Botsuana para matar los elefantes pendientes.