Javier NEIRA

Romanticismo al cuadrado, ya que se trataba de obras de Schumann y Bruckner, que en la versión del maestro Perry So fue al cubo porque no ahorró acentuaciones ni rasgos sentidos, de manera que la velada de ayer, en el Auditorio de Oviedo, con la OSPA como columna vertebral fue una cita con las emociones más hondas y explosivas.

El concierto de abono número 10 de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias se dividió en dos partes enlazadas en buena medida.

Primero, el «Concierto para piano» de Schumann con la solista Cristina Ortiz, que, sin rivalizar con la orquesta -no lo hubiese permitido el maestro So, siempre muy en su papel de director-, destacó por la facilidad de ejecución de una obra tan conocida y en la que siempre se pueden descubrir novedades. El primer movimiento, «Allegro affettuoso», respondió a las indicaciones propias de un compositor enamorado y que vivía en un clima familiar muy positivo. Cristina Ortiz desgranó los dos temas y sus desarrollos, y después, en el segundo tiempo, «Intermezzo: andantino grazioso», cantó lo escrito para desembocar en el «Allegro vivace» de cierre, que permitió dar rienda suelta a las emociones contenidas. Muchos aplausos y como propina el «Estudio número 1, opus 25» de Chopin, arpegiando y encantando al respetable.

Mejor aun fue la segunda parte del concierto, reservada a la «Sinfonía número 6» de Bruckner, desde el brillante primer tiempo, el muy clásico adagio, el serio -y por lo tanto antitético- scherzo y el «Agitado, pero no demasiado rápido» final, que ganó definitivamente al público que acudió al auditorio Príncipe Felipe.