E. VÉLEZ

Dejar un libro en una cafetería o en un banco del parque no es necesariamente la consecuencia de un olvido, sino de estar a la última en literatura. El «bookcrossing» o intercambio de libros es la opción preferida por millones de personas en todo el mundo para leer sin fronteras. El funcionamiento es sencillo: basta con depositar un libro en un lugar determinado para que otra persona lo lea y repita la operación.

El programa de ocio juvenil de Oviedo llevó ayer el «bookcrossing» a los campus universitarios de Llamaquique, el Milán, el Cristo, Los Catalanes y el centro de la ciudad, como parte de las actividades del Día Internacional del Libro. Cada Facultad recibió un lote de ejemplares de temáticas acordes a la especialidad del centro y en función del rango de edad de los estudiantes. Así, por ejemplo, a la Escuela de Ingeniería Informática se le asignó, entre otros libros, «Problemas de matemáticas. Álgebra lineal. Cálculo infinitesimal», mientras que el manual del curso para el título de agente y corredor de seguros acabó en la Facultad de Económicas.

El Ayuntamiento incentiva el «bookcrossing» desde 2008 a través de los proyectos de ocio juvenil «La noche es tuya» y «Doce17». Desde entonces, los coordinadores de las actividades depositan libros en diferentes instalaciones municipales. La mitad está dirigida a la población de 12 a 17 años, y el resto se distribuye entre jóvenes de 18 a 30 años. Este reparto gratuito de libros tiene lugar en dos fases: de febrero a abril y de octubre a noviembre, y los interesados pueden encontrar información de los textos en la página web del Ayuntamiento, en el apartado de juventud.

Según Noelia Rodríguez, una de los técnicos encargados de la distribución, «la mejor prueba de que el sistema funciona es que todos los libros siempre desaparecen del punto de reparto inicial». El argot del «bookcrossing» distingue entre «liberar un libro» (depositarlo en un lugar determinado) y «rescatarlo» (llevarse el texto). De esta manera, los ejemplares pueden recorrer miles de kilómetros para cumplir, según explican desde la Oficina de Información Juvenil, «con el objetivo de convertir el mundo en una biblioteca global y gratuita».

Varias editoriales, entidades sin ánimo de lucro y particulares colaboran con la iniciativa literaria cediendo ejemplares para su distribución gratuita en la ciudad. El Ayuntamiento y las diferentes bibliotecas municipales también aportan libros de manera regular, y los técnicos del programa de ocio juvenil se encargan de seleccionar los más adecuados para cada actividad.