L. Á. VEGA

Oviedo, L. Á. V.

El portugués Víctor Manuel do Carmo P. E. reconoció ayer en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial que mató a su compañera sentimental, la psicóloga Emma Real Armayor, en abril de 2010, después de que ésta le dijese que iba a dejarlo. El homicida confeso ofreció ayer, ante el tribunal del jurado que lo juzga, un aspecto de evidente enfermedad mental. Abotargado, con gestos torpes, contestando apenas con monosílabos, era la viva imagen del sufrimiento. El fiscal de Violencia de Género, que pedía inicialmente una condena de 14 años de cárcel, la redujo a 12 después de que llegase al tribunal un informe del psiquiatra Julio Bobes que establece que el luso sufre un trastorno orgánico, comparable a un trastorno psiquiátrico, lo que hace que sus facultades volitivas e intelectivas estén levemente afectadas.

Tanto la defensa, a cargo del letrado Jorge Cueto Zarabozo, como la acusación particular, ejercida por la familia de la víctima, bajo la dirección letrada de Jorge García, se mostraron de acuerdo con la calificación del fiscal, que también pide 140.000 euros para los padres de la víctima y 10.000 para el hermano. Hoy, miércoles, se reunirá el jurado para decidir su veredicto, que dado el acuerdo de las partes será con toda probabilidad el de culpabilidad.

En su declaración, el presunto homicida se limitó a contestar afirmativamente a las preguntas del fiscal Bernal. Reconoció haber matado a Emma Real, que tenía 47 años cuando murió, en el curso de una discusión, después de que ella le dijese que quería dejarlo. También reconoció que sospechaba que ella tenía otra relación. Reconoció que la golpeó, que luego la estranguló, que le clavó un cuchillo, aunque no indicó si lo que pretendía era que pareciese un suicidio. «Traté de salir de la calle, pero la llave estaba partida, se rompió cuando ella intentaba marcharse», reconoció el homicida, que sufrió un accidente en Portugal hace unos años que le dejó un mes en coma, con los consiguientes daños cerebrales.

Cuando se produjo el crimen, Víctor Manuel do Carmo P. E. llevaba dos años viviendo con Emma Real Armayor, a la que había conocido unos años antes en Portugal. La pareja se veía esporádicamente, hasta que él se trasladó a Asturias.

Tras matar a su mujer y comprobar que no podía salir de la vivienda, el hombre llamó a la prima de la víctima, con el fin de que acudiese a la vivienda y le abriese la puerta. La prima sospechó de esta llamada, llena de incoherencias, y avisó a la Policía pensando que había ocurrido algo grave. Cuando los agentes forzaron la puerta encontraron al homicida y a su víctima, ésta sobre la cama, con un cuchillo clavado en el costado, y el móvil en la mano, como si hubiese realizado una llamada. Quería hacer creer con ello que se había suicidado.

La confesión del acusado ha reducido la duración de este juicio, que se preveía para varios días. La acusación particular solicitaba inicialmente una condena de 24 años de cárcel por un delito de asesinato, al considerar que se había producido con alevosía. Sin embargo, al final, ante los informes psiquiátricos, el letrado de esa parte optó por aceptar la pena solicitada por el fiscal. Lo mismo la defensa. El letrado Jorge Cueto pedía la libre absolución de su defendido al considerar que sufría una grave enfermedad mental que había obnubilado su mente en el momento del crimen. Los informes psiquiátricos que apuntan a que el acusado sólo está mermado levemente movieron a la defensa a aceptar la tesis de la fiscalía. La intención de la familia del acusado es trasladarle a una prisión más cercana a Portugal y solicitar más adelante su extradición.

El relato del fiscal sostiene que la víctima falleció estrangulada, después de haber sufrido una fortísima paliza. Emma Real medía 1,55 metros, mientras que su asesino alcanza un 1,95. Es además fornido, lo que explica que la mujer presentase numerosos hematomas por todo el cuerpo, especialmente en la cara. La mujer intentó salir a la calle al ver que los golpes cada vez eran más violentos. Fue en ese momento cuando se rompió la llave de la puerta. Allí mismo, a pocos centímetros de la salida que le hubiese dado una oportunidad de vivir, Emma Real fue estrangulada con las dos manos por su compañero. Éste ideó entonces una coartada. Tendió a la mujer, ya fallecida, en la cama, y le clavó un cuchillo de 17 centímetros de hoja en el costado. Luego le puso una mano alrededor del mango. En la otra mano le puso un teléfono móvil. Pensaba hacer pasar todo por un suicidio. Luego hizo algo que tiene poco sentido, salvo en el delirio de un psicótico: selló los labios de su compañera con pegamento.

Víctor Manuel do Carmo P. E. estaba convencido de que la víctima estaba intentando envenenarle, que le había echado el mal de ojo con brujerías. Quizá sellándole los labios pensaba que no podría acusarle, del mismo modo que otros homicidas arrancan los ojos de sus víctimas, en la creencia de que las pupilas de los asesinados pueden reflejar la imagen de su asesino. Pero no contaba con que no iba a poder salir de la casa. Luego pasó horas en el piso, pensando qué hacer, antes de llamar a la prima de la víctima.