En seis años, «Verde Cannaia» ha hecho de todo y lo ha hecho bastante bien. Han seguido el recorrido de una banda de pop-rock por el libro. Son buenos músicos, componen con soltura, las letras están más que a la altura y han ido ganando concursos y grabando discos al ritmo en que se puede hacer sin estridencias. Quiero decir, que llevan dos.

El último, «Aprender a comer», lleva más de un año moviéndose. Han tocado por aquí y algo por allá. Y ante la perspectiva de quedarse parados en el local de ensayo han pensado que era un buen momento para echar el resto. El que podría ser el comienzo de su «tour de force», aunque en realidad vendría a ser un tour de cierre de su último trabajo, ha pasado por cuatro ensayos por semana en los últimos meses para que Álvaro Masó, Víctor Gil, Antonio Villa y Gabriel Fernández ajusten su repertorio a una sección de metales (Toño, Agustín y Adriano), percusiones (Totxono), piano de cola (Jesús Arévalo) y coros (Alberto García). Canciones de la primera época como «Ya ves» se han convertido en otra cosa. Y sobre el escenario del Filarmónica, que es donde presentarán este todo o nada, habrá momentos con diez músicos encima de las tablas.

No se queda ahí la apuesta de los «Verde Cannaia». Cinco cámaras y grabación por pistas de todo. La idea es que al final los chicos puedan presentar un espectáculo que no está a la altura de cualquier banda. Sus canciones en un teatro, arropados por una inyección extra de músicos, nuevos arreglos y alguna sorpresa.

Todo eso, y seguro que algo más, es el resto que echarán el domingo, a las ocho de la tarde, ocho euros la entrada, en el teatro Filarmónica con el «si nadie lo hace lo tendremos que hacer nosotros» por lema de cabecera.