Algo nos quieren decir, pero no fluye, no fluye. La comunicación de los políticos, entre ellos y con la sociedad a la que -cielos- tienen que gobernar, está siendo una mezcla de partida de ajedrez y olla de grillos. Tiene su suspense, de eso no cabe duda, pero mientras el resto de los mortales se levanta por la mañana para llevar niños al colegio o internarse en la red estatal de carreteras, rumbo al curro (los que aún lo tienen), los políticos asturianos ofician una suerte de duelo de sillas que requiere, para ser interpretado, augures y sacerdotes. ¿Se quieren o no se quieren? ¿Durarán los romances hasta dentro de tres horas? ¿Están de acuerdo en algo? Ellos hacen sus gestos de acercamiento y alejamiento, desgranan mensajes dirigidos a sus bases y juegan su partida de reparto del poder ante la mirada estupefacta de los asturianos.

Hipnotizados por el devenir del Principado, de derechas divididas, izquierdas que de pronto parece que se pueden dividir y medio pensionistas, es difícil centrarse en la cosa consistorial. Es un espectáculo de «saloon» del Oeste en el que de pronto algún jugador tira la mesa. De hecho, ya la han tirado. Hay que recoger las fichas de las apuestas del suelo y volver a motivar a los emigrantes para que expresen sus preferencias por alguno de los jugadores.

Llueven facturas sobre los autónomos, numerosos profesionales se dedican a perseguir morosos, se acumulan pelusas en las antaño populosas notarías -en febrero, se firmaron 394 hipotecas en Asturias-, no se puede uno tropezar con un empresario o un trabajador sin que se mese los cabellos, pero en el escenario los políticos asturianos siguen jugando al juego de la silla.

Frente a este «reality show», que engancha pero que produce bochorno, ¿qué tenemos en Oviedo que llevarnos a la boca para desgranar en clave municipal? Los dos grupos de la derecha, PP y Foro, que juntos atesoran una holgadísima mayoría absoluta, se miran de reojo, aún no saben si son amigos o siguen siendo irreconciliables. La ambigüedad se traslada, por ejemplo, a la tramitación de los estatutos de la futura Fundación Municipal de Cultura, un proyecto que el PP adoptó a regañadientes. Hay dos propuestas de estatutos, la apadrinada por PSOE e IU, y la que impulsa Foro. A la espera de ver por dónde salen los tiros de la política de pactos, el equipo de gobierno ha optado por seguir tramitando los dos, y ha presentado alegaciones a ambos documentos. Ya se decantará más adelante, si la cosa despeja y deja de complicarse la relación entre los dos partidos conservadores.

Entre tanto, el alcalde, Agustín Iglesias Caunedo, sigue dedicándose a intentar hacer las cosas a su manera. Tiene deberes acumulados y, además, la agenda no le deja vivir. El hombre va a todo o a casi todo.

Entre los deberes que se le acumulan está el edificio del talud de La Ería, que costó una millonada, que fue reclamado en arameo por los vecinos y que ahí sigue, vacío, pese a los proyectos de autogestión de SOS Cultura. El PP asegura que está a punto de resolver ese muerto, igual que otro no menos pasmoso, los nuevos equipamientos de La Pixarra, que se hicieron sin tener en cuenta sus necesidades de suministro eléctrico. En ese caso, el equipo de gobierno aprobó contratar a Electricidad Llano para que resuelva el problema, por 34.500 euros.

Sobre la Vega, Iglesias Caunedo empieza a mantener silencio, y los trabajadores han salido por primera vez a la calle, hartos de reuniones que parecen llevar, imparables, hacia el traslado a Trubia. Habrá más movilizaciones, mientras otros siguen en el juego de la silla.