Tiene usted que asegurarme», dijo su asistenta a Inés, esposa de un hematólogo; y quería un plus por los desplazamientos hasta el lugar de trabajo, un chalé en Sograndio, y quería un seguro de accidentes y... «También yo quería un coronel, pero no me quiso él», la interrumpió Inés con el pareado. Entonces, la asistenta saltó: «¿Cómo? ¿Quiere usted un coronel, teniendo un marido médico? Yo limpié muchos años para militares de la Fábrica de Armas de Trubia y los conozco bien. ¡Déjese de coroneles!». Mateo Alemán decía que donosa está la milicia para aficionarse a ella. De otra manera, sabemos que Aristóteles llegó a plantearse durante muchos años si era lícito tener sirvientes, mientras una muchacha le aparejaba el aposento y le fregoteaba la espalda. Es lícito, eso está claro, pero hay que cotizar, haya o no coronel en casa.