Para el joven compositor asturiano Guillermo Martínez, la cantata profana «El sueño eterno», inspirada en textos de Edgar Allan Poe, supone la culminación de una serie de estrenos que, desde 2009, han tenido lugar con el apoyo del director del Coro Universitario de Oviedo y crítico musical de LA NUEVA ESPAÑA, Joaquín Valdeón. De este modo, en los últimos conciertos de Navidad del Coro de la Universidad de Oviedo, Martínez dio a conocer una serie de cantatas sobre la Natividad que integran, en un gran tríptico, su «Oratorio de Navidad».

«El sueño eterno» se presentó así en Oviedo y Piedras Blancas, como parte de un concierto que supuso además el inicio de una nueva colaboración entre la Universidad de Oviedo y la Orquesta «Oviedo Filarmonía», con el apoyo de la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, y a través del programa de actividades culturales del Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Comunicación. Guillermo Martínez es una joven promesa de la composición musical, que puede presumir ya de un amplio catálogo de obras, mientras está próximo a doctorarse en la Universidad de Manchester. A través de su trayectoria, Martínez se ha ganado ya el respeto y la admiración del público y también de reconocidos profesionales. No en vano, Martínez demuestra como compositor verdadero oficio, dentro de un estilo, por otro lado, ecléctico. Así pudo comprobarse a través de su nueva cantata profana, «El sueño eterno», una obra de amplia factura para coro, orquesta, tres voces solistas, sexteto vocal y órgano.

En esta obra, sobre «La Durmiente» de Allan Poe, la música fluye en una sucesión rapsódica de ideas, que van enlazando diferentes atmósferas contrastantes con efectos expresivos. Un verdadero despliegue de medios entre los que, con sólida mano, se advierten ecos impresionistas y posrománticos. A nivel compositivo, el siguiente paso sea quizás la integración de los elementos e influencias desde una perspectiva más global, y como parte de la búsqueda de un estilo que resulte propio y coherente, en respuesta a la natural evolución de un artista que todavía tiene mucho que decir.

El programa se completó con el «Magnificat» de Jonathan Willcocks, una obra de 1997 que precisamente Valdeón estrenaba en España tan sólo tres años después de ser concebida. Escrita para coro, órgano, metal y percusión en un lenguaje neotonal, nítido a nivel armónico y textural, destacó en su interpretación el grupo de metales y percusión, frente a la actuación del Coro Universitario, que adoleció en empaste y estabilidad, con unas cuerdas descompensadas.

La misma inseguridad se dejó notar en la obra de Martínez, con una descoordinación evidente en la última intervención del coro. En cuanto a las voces solistas, destacó la interpretación del tenor Pablo Romero en el segundo número, «Hechizo», de «El sueño eterno», con un acompañamiento de tipo camerístico junto al órgano, chelo, clarinete y el arpa, que resultó uno de los momentos más deliciosos del concierto.

También participó en el concierto la soprano Patricia Rodríguez Rico, con una interpretación en crescendo, que aportó sugerentes colores con el conjunto. Las intervenciones del barítono Sebastián Covarrubias y del sexteto vocal no pudieron apreciarse lo suficiente ante la necesidad de un mayor control de los volúmenes sonoros.

Buen trabajo de los maestros de la «Oviedo Filarmonía», bajo la dirección de Valdeón, en un programa, en suma, ambicioso y complejo, concentrado, con novedades interesantes aunque necesitado de mayor consistencia interpretativa.