Á. FIDALGO

Aplausos, tambores y algunas lágrimas marcaron ayer, a las seis de la tarde, la salida del Señor de la Sentencia, titular de la Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Misericordia, Nuestro Padre Jesús de la Sentencia, María Santísima de la Esperanza y San Francisco Javier, Los Estudiantes, de la capilla del edificio histórico de la Universidad.

La agrupación musical, dirigida por Alfonso Piñero, empezaba a tocar «La saeta», los legionarios comenzaban a desfilar seguidos de las damas de mantilla y un buen número de ovetenses procesionaba. Antes, el capataz Carlos Milla había dirigido la salida del paso del recinto universitario.

El cielo amenazaba lluvia y por eso la procesión, que tenía previsto pasar bajo el arco del Ayuntamiento, cambió el recorrido para ir directamente a la plaza de la Catedral, para después discurrir por al Tránsito de Santa Bárbara, tras realizar el paso llevado por costaleros los giros más complicados de todo el recorrido.

Tras cruzar la Corrada del Obispo el Jesús de la Sentencia llegó a la calle de San Vicente, donde Los Estudiantes homenajearon a sus hermanas de honor, las religiosas de María Inmaculada, elevando el paso al grito de «¡al cielo!». Algunas de ellas, incluidas las de mayor edad, esperaban a la puerta de la Cocina Económica, a la que dedican su trabajo, la llegada del paso. Todas agradecieron emocionadas el gesto de Los Estudiantes.

Empezaban a caer las primeras gotas que en pocos minutos se transformaron en chaparrón. El Jesús de la Sentencia fue colocado bajo el arco del antiguo monasterio de San Vicente para protegerlo de la lluvia.

Y como el agua no sólo no daba tregua, sino que amenazaba con arreciar aún más, se procedió a quitar al Cristo la corona y a cubrirlo con un plástico, igual que antes se había hecho con el estandarte. Después llegó el chaparrón que ya no cesaría en todo lo que quedaba de la tarde.

No quedaba otro remedio que apurar el paso ligero por la cuesta de La Vega abajo y la avenida de Torrelavega hasta su destino final, la iglesia de San Francisco Javier de la Tenderina.

Pero la lluvia no pudo ni con la fe ni con el sentir popular, que no dudó en arropar a la procesión en su recorrido.