Ángel FIDALGO

«¡Tenemos lo mejor y lo más barato, y además hacemos precio!», gritaba un entusiasta alumno del Colegio de las Teresianas a la avalancha de personas que pasaban frente a su pequeño quiosco, para el que habían conseguido un singular patrocinio: un cartel con el presidente de la comunidad de propietarios de la popular serie televisiva «Aquí no hay quien viva», el señor Cuesta, como exitoso reclamo para los clientes.

Miles de personas se dieron cita ayer en el ovetense paseo de los Álamos en una mañana de sol y calor sofocante, para asistir al «mercado de cooperativas», una iniciativa solidaria y educativa de Valnalón que en Oviedo camina hacia su décima edición. Es la mayor cita de toda Asturias y cada año va a más, tanto en número de participantes como en entusiasmo e ingenio.

Casi dos mil estudiantes de Primaria y Secundaria de medio centenar de colegios ovetenses pudieron ver el fruto de largos meses de trabajo con un fin común: ayudar a otros niños de países pobres con el dinero que recaudaron.

Sara Cillero, coordinadora general de Valnalón, certificó ayer, un año más, «que en cada edición los alumnos emplean más tiempo en la creatividad, porque se dan cuenta de que cada vez es más difícil vender y también que hay más competencia».

Por eso los colegiales idearon nuevas estrategias de marketing para atraer a los clientes a sus puestos: salen a buscarlos, se disfrazan, hacen música y organizan concursos. La dura competencia es lo que tiene, y todos debieron de hacerlo muy bien porque a última hora casi todos los productos estaban vendidos, desde la mermelada artesanal a las pulseras y anillos de singular diseño, pasando por curiosos artilugios, como una huevera de tinte tradicional para la nevera.

Entre las personas que llenaban el paseo de los Álamos se encontraba el presidente de la Federación Asturiana de Empresarios, Severino García Vigón, que no sólo se centró en el puesto de las Teresianas, donde estudia su nieto, sino que visitó otros muchos haciendo compras variopintas para la familia, desde quesos a pulseras.

El representante de la patronal estaba en su salsa y hacía cábalas sobre cuántos futuros empresarios se encontraban vendiendo sus primeros productos, una gran parte de ellos manufacturados a base de mucho trabajo, ilusión y también imaginación.

«Es una iniciativa interesantísima porque refleja lo que es vender. Los pequeños salen a un sitio tan emblemático como es el paseo de los Álamos a vender sus productos y lo hacen con imaginación, con interés y con esfuerzo», comentó con orgullo y también esperanza el representante de los empresarios asturianos. «El futuro son ellos».

García Vigón también alabó que los centros escolares dediquen parte del horario a estimular la cultura emprendedora, y más aún, como en este caso, con una finalidad solidaria. «Es una buena señal con vistas al futuro que empiecen a saber cómo es este mundo», sentenció.

Mientras niños y niñas se afanaban con entusiasmo a enseñar tras el mostrador sus productos a los futuros compradores, otros compañeros deambulaban paseo arriba paseo abajo captando clientes, repartiendo folletos, enseñando muestras e incluso cantando las excelencias de su mercadería por un altavoz.

Inmaculada González, concejala de Educación del Ayuntamiento de Oviedo, no podía ocultar su orgullo por todo el animado tinglado que estaba viendo, un mercado que definió como «una escuela de la vida».

Y es que estos niños tuvieron que aprender las claves para constituir una empresa, a pedir créditos, a conseguir patrocinios y a vender en la calle. Pero el objetivo solidario de todo ese esfuerzo fue su mayor beneficio.