E. V.

Un par de somieres oxidados impiden el paso desde hace seis años a tres de los caminos públicos de Lubrió y su entorno, en el Naranco. El problema surgió cuando un vecino decidió trasladar los soportes del colchón al campo y, según los residentes, construir sin licencia en el centro de la aldea una nave ganadera que invade vías «e inunda de basura los alrededores».

Dos sentencias recientes del Juzgado de lo contencioso-administrativo han dado la razón a los denunciantes y ordenan al Ayuntamiento «cumplir los acuerdos tomados en los expedientes abiertos tras las denuncias», es decir, obligan a reabrir los tres caminos públicos y clausurar la nave ganadera. Sin embargo, «los cierres artesanales no se han movido ni un milímetro y la basura de la nave mide cerca de 300 metros», aseguran los vecinos del entorno del Naranco. Los caminos del pueblo son conocidos como el del Palacio; el del Caleyón, en el centro de la localidad, y el del Carbayéu, que comunica Lubrió con Santín y Fabarín. «Se trata de vías centenarias que, como en el caso del Carbayéu, fueron testigos de las antiguas labores de trashumancia de los ganaderos que venían desde Saliencia y, por tanto, constituyen un patrimonio único que debe conservarse sin somieres de cama de por medio», aseguran los representantes de la Asociación Amigos del Naranco, defensora a ultranza de la apertura de las sendas públicas y del precinto de la nave ganadera. Según esta agrupación, la construcción «afea el lugar y el paisaje de forma indescriptible, genera hedores y es un atentado para la salud de los habitantes de Lubrió». En este sentido, Amigos del Naranco defiende la posibilidad del derribo de la nave ganadera. Según los vecinos, el Ayuntamiento ha dado al dueño de la explotación ganadera y autor del cierre de los caminos un plazo de 30 días para sacar los animales de la nave y 10 para limpiar el entorno de la aldea. «Varios técnicos municipales se personaron ayer en Lubrió para dialogar con el paisano y hacerle entrar en razón, pero las cosas siguen igual que estaban, los animales pastan a sus anchas, los purines salen por encima de la carretera con un olor terrible y los caminos están cortados como hace seis años», aseguran los vecinos, que prefieren ocultar su identidad para evitar conflictos en un pueblo de seis casas y cerca de treinta habitantes.

La asociación de Amigos del Naranco apoya a los vecinos de Lubrió y asegura que «la recuperación de los caminos públicos constituiría un motivo de alegría para caminantes y ciclistas que contarían con tres sendas más».