Mi abuelo, constructor en Pravia, tuvo un Ford y chófer, Edmundo; en los años veinte, viajando a Oviedo, Emilio Corrales le preguntó si tenía familia: «Sí, tengo dos hijos». Al otro día, camino a Somao, con la cabeza ocupada en mil cosas, volvió a preguntarle lo mismo: «Sí, don Emilio, tengo una parejita». Un lunes después, yendo hacia Cordovero, salió con la misma pregunta y Edmundo respondió: «Tengo siete hijos». «¿Cómo?», replicó mi abuelo, «ayer tenía dos y hoy siete?». «Bueno, dije siete por no aburrirlo con la misma respuesta». Una nieta de mi hermana jugaba esta tarde en el Bombé y se acercó otra niña: «¿Cómo te llamas?», «Cayetana», dijo, sin gana de plática; al rato, volvió la niña: «¿Cómo te llamas?», «¡Cayetana!, igual que antes». Son dos maneras de entender la vida. Edmundo llegó a gobernador, Cayetana no lleva trazas.