Cuando llegó era una auténtica desconocida. Todo el mundo se preguntaba quién era aquella mujer, casi una joven, que iba a sustituir a Graciano García al frente de la institución con mayor prestigio nacional e internacional que hay en Asturias, la Fundación Príncipe de Asturias. Teresa Sanjurjo tomó las riendas de la Fundación Príncipe con la fuerza de los 37 años, en los que se aunaba una experiencia de diez años de trabajo en el más alto nivel del ámbito de las fundaciones, y las ganas que esa seguridad da para emprender nuevos retos. Pero había algo más que llamaba la atención, para lo bueno y para lo malo, la discreción.

Teresa Sanjurjo era todo lo contrario a Graciano, un hombre afable al que conocía todo quisque. Ella llegó como de puntillas, aunque cumpliendo con rigurosa puntualidad los compromisos del cargo, tanto con la prensa como con instituciones.

Ahora tiene 40 años y su hijo va creciendo. Se ha instalado en Asturias, sigue siendo igual de discreta pero ya no es una desconocida. Su afán por no llamar la atención no la lleva a la introspección. Teresa Sanjurjo ha hecho amigos en la Fundación y no es raro verla tomando un vino en algún local hostelero de la ciudad. Está involucrada en la vida ovetense y asturiana porque ahí está la esencia misma de la Fundación. Eso sí, lo hace sin estridencias, tanto en lo público como en lo privado. En los actos sólo pasa al primer plano cuando es estrictamente necesario, si no permanece un paso por detrás, algo así como la Reina Sofía, una de sus grandes valedoras en esta nueva andadura que ya va para tres años.

Ha remodelado la Fundación y lo ha hecho también sin generar titulares. Lo ha hecho poco a poco y sin dar demasiado que hablar, sin poner a la institución en el foco, como a ella le gusta estar. Es de esas mujeres que demuestran su valía con el trabajo diario, que va sumando poco a poco, y que no necesita estar por delante de nadie.

Discreta, competente y buena jefa. Así es como la definen los que aseguran que hace que sea fácil trabajar con ella. Se podría sumar ordenada y organizada, aspectos esenciales en su trabajo.

Teresa Sanjurjo aterrizó en Asturias desde la dirección de la Asociación Española de Fundaciones. Lo hizo con la Fundación Príncipe más que consolidada y lo tomó como el comienzo de una nueva vida. Llegó a Oviedo con un niño de apenas 2 años fruto de su matrimonio con el abogado Pablo Silván. Ella también se licenció en Derecho aunque nunca llegó a ejercer. Le tiró lo de las fundaciones, el trabajo no lucrativo, y ahí desarrolló una importante carrera. Conocía a la perfección, aunque desde fuera, la Fundación Príncipe y también conocía a Asturias, aquí pasó, hasta que se vino a vivir, sus vacaciones de verano. Lo hacía en Castropol, localidad de origen de su madre, Rosario Martínez Sanjurjo. Teresa Sanjurjo está estos días inmersa en uno de los momentos más importantes del año en la actividad de la Fundación, amén de la entrega de los Premios, la selección de los premiados. Sabe afrontar las críticas y no se pone medallas por los aciertos. La semana que viene vendrá otra reválida, la elección del premio «Príncipe de Asturias» de las Letras 2012, que se dará a conocer el miércoles. Ella asumirá la decisión del jurado y a buen seguro que le parecerá la más acertada. Estará un paso por detrás, pero sin ella no funcionaría.